Catalejo Laboral

La soberbia de Pinto ¿sería acoso?

EscucharEscuchar

"La soberbia no es grandeza sino hinchazón, y lo que está hinchado parece grande, pero no está sano". San Agustín.








La soberbia es pecado pero no es delito. Puede ser la raíz de ilegalidades varias pero en su justa medida no pasa de ser una pedantería incómoda.

Tal vez lo más pecaminoso de la soberbia, desde el lente de este catalejo, es que dificulta la sana convivencia laboral que debe estar presidida por el mutuo respeto y la consideración.

En el trabajo no hay que silenciar los tratos ofensivos y humillantes que terminan por desdorar la dignidad del ser humano. Se debe promover el rechazo sin paliativos frente a los actos que pasan de lo incómodo a la agresión constante, pero la denuncia debe ser objetiva, desapasionada, para que no se confunda con el chisme o la majadería.

Dignidad, disciplina y humillación. ¿A dónde está el límite cuando se trata de la relación laboral con deportistas profesionales ?. Un vínculo especial de empleo pero no por ello ajeno al respeto y al amparo de la dignidad.

Hasta hace poco el fútbol y el Derecho del Trabajo preferían jugar en divisiones distintas, pero la situación ha cambiado. Eso sí, las relaciones entre el deportista, en cuanto trabajador, y el club, en cuanto empleador, no tienen necesariamente por qué coincidir con las que se dan en una empresa, ello por la evidente particularidad de la actividad que se regula.

Pegar cuatro gritos en la cancha durante un entrenamiento no es igual a pegar cuatro gritos en la oficina. Obligar a un deportista a bajar de peso no es lo mismo que imponerle a una ejecutiva de cuenta que visite regularmente una nutricionista porque está pasada de kilos. El ejemplo es sencillo pero que sirva para no olvidar que cada cosa debe ser analizada en su propio contexto.

No estuve con Borges, ni con Tejeda, Navas, Ruiz ni Oviedo. No conozco a Jorge Luis Pinto y nunca hemos coincidido en el mismo lugar, pero le he seguido la pista a las publicaciones y múltiples reproches que van y vienen desde la conferencia de prensa del pasado jueves cuando se destapó la caja de Pandora, esa que guardaba todos los males que desconocíamos.

Colocando las críticas hacia Pinto en el tubo de ensayo de este laboratorio laboral, ¿sería posible concluir que existió acoso?.

Todos esos reproches hacia el técnico, algunos más anecdóticos que otros, ¿podrían considerarse manifestaciones de hostigamiento laboral?, ¿o es que la soberbia, la arrogancia que se le achaca, incomoda hasta producir una gastritis crónica en la idiosincrasia tica pero sin dañar la dignidad de los involucrados?.

En una entrevista reciente Paulo Wanchope dijo: “la dignidad y el respeto hacia el ser humano vale más que un mundial.” En esa misma nota y por igual camino el Presidente de la Federación, Eduardo Li, señaló que “confundir la disciplina con la humillación son dos cosas diferentes”.

Acusaciones que son mucho más que graves, sobretodo cuando se trata de quien hasta hace poco fue el líder de la selección nacional con más éxitos en un mundial, y más aún quien por los logros alcanzados, en esa cabeza de agua apasionada que arrasó por todo el país, estuvo a punto de recibir la ciudadanía honorífica por parte de la Asamblea Legislativa.

Vale la pena el análisis a pesar de que los jugadores, mientras tengan puesta la camiseta de la selección, no son empleados. Ellos son trabajadores de los clubes que los han fichado pero no de la Fedefut.

Si pisoteó la dignidad, si humilló con constancia al equipo, el acoso podría haber teñido su paso por el país aunque a estas alturas quedará como un amargo recuerdo sin mayores consecuencias. Es igual que revelar el comportamiento hostigador del jefe el mismo día que presenta la renuncia.

Todo parece indicar, sin que sea un hecho que yo al menos haya comprobado, que Jorge Luis Pinto se inclina por un liderazgo autocrático al estilo de “aquí mando yo y punto”. Una persona controladora y exigente, enfocada obsesivamente con la obtención de resultados, un aceite caliente que quema.

Pinto dijo que su meta fue siempre “hacer que se hagan las cosas, de alguna manera muchas veces yo solo, porque ese es mi estilo, esa es mi forma

Si no hubiéramos exigido, si no hubiéramos pedido y comprometido a los jugadores no hubiéramos llegado adonde llegamos.

Yo soy exigente, con el cuerpo técnico he tenido diferencias porque no comparten... mi estilo y mi forma. Yo soy exigente, yo quiero compromiso yo quiero entrega, y no comparto, no comparto actitudes delicadas”.

El meollo del asunto está en diferenciar entre actitudes degradantes que fisuran derechos fundamentales, y comportamientos que si bien no resultan contarios a la dignidad son reflejo de insolencia y pedantería.

También hay que cuidarse de no confundir la dignidad humana con el prestigio profesional. ¿Es posible cuestionar las habilidades técnicas de un deportista sin quebrarle las costillas a su dignidad?.

Resolver lo anterior no es nada sencillo pero se justifica el intento si consideramos que va más allá de una mera duda filosófica.

Todo lo que pareciera describir un ambiente laboral funesto de la tricolor merece al menos ser valorado, sin pasiones de por medio, intentando extraer aquello que pueda ser utilizado para prevenir que, si en realidad existió acoso, se repita en otras relaciones de empleo, dentro y fuera de la cancha.

En beneficio de la transparencia y para evitar distorsiones del debate público por medios informáticos o aprovechando el anonimato, la sección de comentarios está reservada para nuestros suscriptores para comentar sobre el contenido de los artículos, no sobre los autores. El nombre completo y número de cédula del suscriptor aparecerá automáticamente con el comentario.