Costa Rica debería contar con un Museo de Escándalos Políticos...
Es decir, un espacio donde se exhiban —de manera permanente— recortes de periódicos, videos de televisión, audios de radio, fotografías, copias de cartas, recomendaciones, expedientes judiciales, investigaciones del Tribunal Supremo de Elecciones, archivos de la Contraloría General de la República, registros de la Procuraduría General de la República, actas de comparecencias ante la Asamblea Legislativa...
Así, cada vez que trascienda una información o denuncia que torne turbulentas las aguas de la opinión pública, sea cual sea el protagonista político que origine el barullo, los costarricenses podríamos visitar el Museo con el propósito de refrescar la memoria y determinar el grado de autoridad moral de los inquisidores de turno.
Y que siempre que surge un alboroto político —unos serios y delicados, como el que está de moda en nuestro país; otros superficiales y circenses, como algunos que se han fabricado con cálculo politiquero— aparecen de inmediato pontífices de la moral, fariseos de la honestidad y fiscales de la transparencia que cuando los escándalos han tenido lugar en sus trincheras políticas no han reaccionado con la misma rectitud y severidad que proclaman y demandan, sino con cinismo, descaro y amnesia.
Aquí caen como anillo al dedo las palabras que me dijo hace bastantes años un político costarricense aún activo: "Nada mejor que tener un caparazón de tortuga; así, cuando a uno le llueve tieso y parejo durante un escándalo, esconde la cabeza, mete las patas y deja que pase el aguacero. Al cabo de unos días, cuando nadie se acuerda del problema, uno vuelve a sacar la cabeza y las patas y a vivir tranquilamente".
A un especimen como ese podríamos exponerlo —dentro del Museo de Escándalos Políticos— en la Galería de la Desfachatez, mientras que a otros podríamos ubicarlos en la Sala el que este libre de pecado..., el Salón con techo de vidrio y tirando piedras, el Auditorio ¿no le da vergüenza?, el Vestíbulo cara de barro y la Terraza el hipócrita del mes.
Eso sí, para construir y mantener esta obra no se aceptan dádivas...