No hay tema que despierte más pasiones en estos días que la intervención militar de Israel en Gaza y el creciente número de víctimas que ha provocado. Las noticias están llenas de imágenes desgarradoras de niños y mujeres muertos, hospitales colapsados y familiares desconsolados por la pérdida de seres queridos. La guerra se ha trasladado a las redes sociales, donde los críticos y los defensores del accionar israelí intercambian argumentos —y en muchos casos desinformación e insultos— sobre la naturaleza del conflicto. Hace unos días el comediante estadounidense Jon Stewart ironizó sobre lo difícil que es opinar sobre este tema.
Dada la complejidad de la crisis, con todas sus aristas, no voy a hacer un análisis exhaustivo de esta ni de sus posibles soluciones. Para quienes quieren un recuento bastante completo e imparcial de los antecedentes de esta última ronda de violencia, les recomiendo esta entrada del blog La Suiza Centroamericana. En cambio, me limitaré a compartir mi impresión sobre aspectos particulares del enfrentamiento:
Israel tiene todo el derecho a defenderse: Nadie espera que un país que recibe cientos de misiles dirigidos a objetivos civiles se quede de brazos cruzados y no haga nada para defenderse. Afortunadamente, gracias a los avances tecnológicos de Israel, en particular el llamado "Domo de Hierro", muchos de estos cohetes (aunque no la mayoría), son destruidos en el aire, minimizando las bajas civiles israelíes. Aún así, la lluvia de misiles lanzados desde Gaza por Hamás destruye viviendas, edificios y aterroriza a la población de este país. El gobierno en Tel Aviv tiene todo el derecho —y la responsabilidad— de proteger a su gente.
El debate sobre la "proporcionalidad": Solo aquellos que en el fondo quieren la desaparición de Israel no creen que este deba ejercer su derecho a defenderse, y esto implica atacar de vuelta a Hamás, la organización que controla la Franja de Gaza y que es responsable por el lanzamiento de los misiles. El problema radica en la naturaleza terrorista de Hamás, cuya misión explícitamente llama a la destrucción de Israel. La Franja de Gaza es un territorio de apenas 360 kilómetros cuadrados (poco menos de la extensión del cantón central de Alajuela) donde habitan 1,8 millones de personas. Cuenta con una de las densidades poblacionales más altas del planeta, lo cual hace imposible conducir operaciones militares sin poner en riesgo a inocentes. Peor aún, Hamás recurre a tácticas despreciables como ocultar armamento y municiones en escuelas, hogares y demás objetivos civiles, con el fin de que cualquier ataque cause bajas en la población y provoque oprobio contra Israel. La pregunta, entonces, es hasta qué punto puede Israel buscar atacar objetivos militares en Gaza sabiendo que generará bajas civiles. El último reporte, a la hora de escribir esto, es que han muerto más de 600 palestinos, 70% de ellos civiles, según las Naciones Unidas. Del lado de Israel, han fallecido dos civiles producto de los misiles de Hamás.
Conforme aumenta de manera alarmante el número de víctimas civiles, crece el caso de que a Israel se le está yendo la mano en su intervención en Gaza. Aquí cabe señalar dos puntos. Primero, el objetivo de las Fuerzas de Defensa israelíes es Hamás, no la población civil. El ejército israelí toma medidas para limitar la muerte de inocentes: desde panfletos que se mandan desde el aire, mensajes de texto a los moradores de un edificio o casa, o tiros de advertencia para que estos abandonen sus aposentos. Como es de esperarse, estas tácticas son altamente falibles, y por ende cientos de inocentes han perdido sus vidas, incluyendo muchos niños. Segundo, existe un debate legal sobre la doctrina de la proporción en las intervenciones militares. No es tan fácil como comparar la cantidad de civiles muertos en ambos lados, sino que también se debe incorporar elementos como la finalidad y la distinción en los objetivos militares (Hamás ataca civiles, Israel ataca a Hamás). Como todo en este conflicto, no es blanco y negro.
Predomina la desinformación, la propaganda y los dobles estándares: No hay nada que desate más las baterías de la propaganda y la desinformación que una incursión militar de Israel en los territorios palestinos. En las últimas semanas hemos visto cómo las redes sociales se llenan de imágenes sangrientas de víctimas civiles que luego resultan ser fotos provenientes de los conflictos de Siria, Egipto o Irak. Curiosamente, vemos que mucha de la gente que muestra indignación por lo que ocurre en Gaza no ha dicho nada sobre las 170.000 personas asesinadas en Siria o el uso de armas químicas del régimen de Bashar al Assad contra poblaciones civiles. Resulta muy claro que gran parte de la animadversión que provoca Israel entre amplios sectores, principalmente identificados con la izquierda, tiene más que ver con antisemitismo que con una preocupación real por los derechos humanos. Sin embargo, eso no quiere decir que TODA crítica a las acciones de Israel se deba a prejuicios contra los judíos.
La población de Gaza es la principal víctima: Es necesario hacer la distinción aquí entre Hamás y la población palestina en Gaza. Si bien Hamás llegó al poder mediante el sufragio en el 2006 (primordialemente por su promesa de luchar contra la corrupción), desde entonces no ha vuelto a haber elecciones que legitimen el control del grupo sobre Gaza. Más bien, los palestinos han experimentado un conflicto interno propio que resultó en Al Fatá (el partido secular fundado por Yasser Arafat y que dominó la Organización para la Liberación Palestina por muchos años) controlando Cisjordania y Hamás dominando en Gaza. Esta organización islámica aprovechó su control de ese territorio para abastecerse de misiles y cohetes (brindados históricamente por Irán y Hezbollah) y atacar a Israel. Esto forzó al gobierno de Tel Aviv a imponer un bloqueo naval y territorial sobre Gaza. Por otra parte, tras el golpe de Estado que derrocó a la Hermandad Musulmana en Egipto, ese país también cerró su frontera con Gaza. Como resultado, sus habitantes se encuentran literalmente atrapados ahí. No pueden escapar a ninguna parte.
Además, las actitudes de los palestinos de Gaza no están en línea con el objetivo último de Hamás (que es destruir Israel). Una encuesta reciente del Washington Institute encontró que un 70% de los gazatíes apoya un cese de las hostilidades contra Israel. Un 60% deseaba que un gobierno de unidad entre Al Fatá y Hamás renunciara a la violencia. La popularidad de la organización islámica había caído significativamente en los últimos meses y era de esperarse que cualquier elección producto del acuerdo para ese gobierno de unidad resultara en una fuerte derrota de Hamás. Esta dinámica probablemente ha cambiado ahora con esta última andanada de violencia, la cual sirve a los objetivos de Hamás.
Israel buscó la crisis: ¿Cómo empezó todo? En resumidas cuentas, el detonante de esta última crisis fue la desaparición de tres jóvenes israelíes en Cisjordania que, tres semanas luego, aparecieron asesinados. El gobierno de Benjamin Netanyahu inmediatamente responsabilizó a Hamás, a pesar de que dicha organización nunca asumió la autoría del crimen y se cree que más bien fue el clan Qawasmeh de Hebrón el responsable. El gobierno de Tel Aviv se mostraba sumamente incómodo por el acuerdo de unidad nacional palestina entre Al Fatá y Hamás, el cual incluso fue bien recibido en Washington y otras capitales occidentales, como un tentativo primer paso hacia la renuncia definitiva de Hamás a la violencia. Aprovechando el horrendo crimen de estos tres muchachos, Israel capturó a activistas de Hamás (que probablemente no tuvieron nada que ver con los asesinatos), lo que provocó que este respondiera con la lluvia de misiles y en la crisis que ahora enfrentamos. Tel Aviv nunca ocultó su intención de minar el acuerdo entre Al Fatá y Hamás. Con esta crisis, logró su objetivo.
El actual gobierno israelí no quiere un Estado palestino: Hay que decirlo: la extrema derecha israelí tiene secuestrado al gobierno de ese país, de tal forma que ni Netanyahu, ni su partido, ni la enorme mayoría de su gabinete, está comprometido a un acuerdo de paz con los palestinos que establezca una solución de dos Estados, es decir, la creación de un Estado palestino a la par de Israel. Dentro del gabinete de Netanyahu hay voces que van desde la creación de un "Gran Israel" que anexe oficialmente los territorios palestinos hasta aquellos que incluso han insinuado la expulsión del 20% de la población israelí que es árabe. Bajo el gobierno de Netanyahu se ha acelerado la construcción de asentamientos judíos en Cisjordania que cada vez más comprometen la viabilidad de un Estado palestino. Tel Aviv insiste en que no puede haber acuerdo de paz hasta el tanto Hamás no renuncie a la violencia, sin embargo la continua construcción de asentamientos en Cisjordania pone en tela de juicio su interés en una solución de largo plazo. Más bien, elementos radicales dentro del gabinete israelí, como Avigdor Liberman, el ministro de Relaciones Exteriores, y Naftalí Bennett, el ministro de Economía, se consolidan en poder e influencia, mientras que los moderados como Tzipi Livni, la ministra de Justicia, ya ni se sienten.
El ganador hasta ahora es Hamás: Mientras escribo estas líneas, las bajas militares israelíes superan la treintena de efectivos, las más altas en más de una década. Las aerolíneas estadounidenses y europeas han decidido suspender vuelos a Tel Aviv, supuestamente por razones de seguridad, pero algunos especulan que las decisiones de los reguladores estadounidenses y europeos son una manera disimulada de ponerle presión a Israel para que cese hostilidades. Las peticiones de Netanyahu para que se reanuden los vuelos han caído en oídos sordos. Por otra parte, Israel está perdiendo por goleada la batalla de las relaciones públicas, en donde, hay que repetirlo, hay mucha propaganda y desinformación contra ese país. De ahí que no sea una sorpresa que Hamás haya rechazado varias propuestas de tregua negociadas por Egipto y aceptadas por Israel. Recordemos: a Hamás no le importa las víctimas civiles palestinas. Y, lamentablemente, Netanyahu se encuentra ahora en una posición política donde no puede cesar unilateralmente la ofensiva.
Si por la víspera se saca el día, la incursión israelí terminará en aproximadamente una semana, no sin antes haber superado el umbral de más de un millar muertos en Gaza. Tel Aviv dirá que diezmó severamente la capacidad de Hamás de atacar a Israel, mientras que esta organización cantará una victoria moral por las bajas militares israelíes infligidas y el daño a la imagen de su enemigo mortal. Todo esto sobre la sangre de miles de inocentes. No hay luz al final del túnel.