Cuando empecé este post el título era el opuesto, sin embargo, me parece que esta es una reflexión válida en el contexto local. Sobre todo porque no es cierto que cualquiera puede ser empresario. Si lo es que un empresario puede venir de cualquier extracción económica y social, que no se requieren “credenciales” empresariales previas. Aunque parezca juego de palabras; cualquier persona puede poner un negocio, solo se necesitan recursos (por ejemplo, para una franquicia), pero darle sostenibilidad en el tiempo, generar innovación, cultura empresarial, etc., requiere de un verdadero emprendedor.
Estuve el fin de semana en San Ramón conversando con empresarios de la zona en la Feria de Occidente, y encontré eso que tienen los emprendedores, interés por aprender, curiosidad, capacidad de sobreponerse a la adversidad, habilidad para extraer lecciones de vida de sus experiencias y las de otros. Y fue a ellos que les señalé que no todos podemos ser empresarios aunque todos podamos poner un negocio. La reacción fue de sorpresa, inquietud, curiosidad.
Hablamos del trabajo asalariado, y de la cultura que nos inculcan desde pequeños: trabajar para otros (hace muchos años para el Estado, luego para el sector privado y ahora para una multinacional), de lo “cómodo” (no en un sentido peyorativo, sino más bien de sentido común), que puede ser el trabajar para otros con la seguridad de un salario, beneficios sociales, un horario, etc., frente a la incertidumbre que genera el tener un negocio propio (donde a veces no se puede asegurar un ingreso mensual, tampoco un horario y menos beneficios). Así, hasta suena razonable ser asalariado y dejar la aventura emprendedora para los “locos” o los “soñadores”. Así las cosas, ser empresario no es para cualquiera. Se debe contar con ese poco de irracionalidad, o si lo quieren, de locura.
Dejando de lado la moda del emprendedurismo, para este punto, espero sea más claro el porque del título de esta nota; no porque no desee que existan más empresarios en la economía, sino porque debemos ser claros en lo que implica serlo y no ilusionar a las personas respecto de que todos pueden ser empresarios. En sondeos internacionales cuando se les pregunta a las personas de a pie si quisieran tener un negocio propio, al menos el 90% dice que sí. De ese 90%, al interrogar respecto de si tiene una idea de negocio, por lo general menos del 70% señala tenerla. Pero cuando se indaga en ese grupo sobre si la idea es lo suficientemente buena como para dejar su actividad actual y “tirarse a la piscina” del emprendimiento, menos del 5% señala estar dispuesto.
En las economías en desarrollo alrededor del 5% de la población tiene un negocio propio. A usted, ¿le gustaría ser empresario?