Esta célebre frase de uno de los más grandes inversores en el mundo, del Oráculo de Omaha como es conocido, sugiere que casi todas las inversiones se ven bien cuando el mercado va bien, sin embargo, cuando el mercado va mal -baja la marea- es cuando se pueden ver los problemas en una cartera de inversión, o sea, cuando lo que parecía inteligente queda ahí, en apariencias.
La economía costarricense experimentaba un mal que era apenas perceptible: los salarios en el sector público crecen más rápido que en el sector privado, lo que genera diferencias importantes (inequidad) entre personas que hacen relativamente lo mismo, tanto dentro del mismo aparato público, como hacia afuera de este.
Cuando alguien lee salarios reales se podría preguntar si es que acaso existen los "salarios imaginarios", esas cosas de infantes, por lo que hay que aclarar que ese concepto de real lo que quiere decir es que se elimina el efecto del aumento de los precios.
En sencillo: si usted pasa a ganar ¢105 desde ¢100 pero todo lo que usted compra aumenta ese 5%, usted sigue igual de pobre o de rico, o sea, su ingreso no aumentó en términos reales. En cambio, si los precios no varían o disminuyen (~-1% como en el 2015) y usted ganó 5% más (de 100 a 105), su ingreso en términos reales estaría aumentando 5% o 6%, respectivamente.
Al bajar la inflación -la marea- nos dimos cuenta de una manera más clara de esa distorsión en el empleo público, ya que mientras a muchos de nosotros no se nos aumentó el salario en el 2015, una minoría privilegiada recibía 3% o 5% más por el solo hecho de ver pasar las hojas del almanaque: ¡nos dimos cuenta quiénes nadaban desnudos!, aunque a estas alturas ya es difícil identificar si los desnudos era esa minoría o nosotros los que no teníamos tan clara esa distorsión.
Los escandalosos casos de salarios inflados no cesan, ni los problemas que acarrean a las finanzas públicas: los ingresos del gobierno central no son suficientes para pagar los gastos en remuneraciones y transferencias (estas últimas son en su mayoría utilizadas para pagar remuneraciones en las instituciones públicas), tal como se puede observar en el siguiente gráfico interactivo.
Este problema de empleo público no se está atendiendo, el mismo Presidente ayer nos decía que este gobierno no le "entrará" al problema de la reforma del Estado. Aunado a esto, otros políticos y economistas que tampoco quieren afrontar el costo político de esta necesaria reforma, sugieren implícitamente esconder el problema debajo de la alfombra con una depreciación de la moneda. Una depreciación del colón implica bajarle el salario a todos las personas que tenemos nuestros ingresos en colones, o sea, por los excesos de unos pocos, cerca del 20% de los empleados, todos debemos vernos afectados negativamente.
Esto no es algo nuevo, el Banco Central de Costa Rica por casi un cuarto de siglo devaluó la moneda diariamente, generando inflación, con lo que además de beneficiar a sectores específicos, distorsionaba la percepción del problema en el empleo público.
Hoy la inflación en Costa Rica ha bajado porque ya la población no subsidia al sector exportador y a las personas y empresas con su patrimonio dolarizado, esto se debe a que el Banco Central está haciendo su trabajo, necesitamos que el Ejecutivo y el Legislativo sigan ese ejemplo.
Las buenas políticas públicas se diferencian de las malas porque funcionan siempre, ya sea con marea alta o baja.