Diluida la expectativa de cambio y superada la etapa de ensayo y error, el presidente Luis Guillermo Solís encara los primeros focos de grandes tormentas que afectarían a su administración.
Al repasar el horizonte del país, las perturbaciones más importantes para el Gobierno son la crisis fiscal y el desempleo.
No obstante, hay otros focos más que amenazan la estabilidad de la Presidencia, como la volátil relación del Ejecutivo con los sindicatos, espoleada por la insatisfacción de los aumentos salariales para los empleados públicos, y la presentación del presupuesto ordinario para el 2016, que vendrá en un delicado contexto fiscal.
Tres analistas consultados por EF coincidieron en que la crisis fiscal es la amenaza de mayor importancia que deberá atender el Gobierno en el futuro cercano.
Solís tendrá que enfrentar ese y los otros conflictos diezmado en su credibilidad ante la ciudadanía, después de un primer año en el que su administración no supo satisfacer la esperanza de un cambio que sembró en 1,3 millones de costarricenses durante la campaña política.
Según la última encuesta del Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) de la Universidad de Costa Rica (UCR), publicada hace un mes por el Semanario Universidad , un 32,2% de los consultados contestaron que ven un mal rumbo para el país en los próximos meses y un 17,2% cree que la dirección que lleva el Gobierno es muy mala.
Bombas de tiempo
Una explicación de esa percepción negativa es que la administración de Solís ha tardado en plantear soluciones a los problemas y no ha sabido comunicar lo hecho para frenar las crisis.
Otras, de peores características, como la fiscal, ponen al Presidente en una encrucijada: o recorta el gasto y complica la concreción de sus promesas de campaña, o aumenta impuestos que resultan odiosos para las clases populares, como el Impuesto al Valor Agregado (IVA), y que ponen nerviosos a los sectores de mayor capital, como un cobro de renta más agresivo, abriéndole dos frentes al Gobierno.
Esta señal, además, puede ser interpretada por el empresariado como una razón más para no aumentar sus inversiones, dijo el sociólogo José Carlos Chinchilla.
Y eso se enlaza con la otra gran tormenta que amenaza con desatarse pronto: el desempleo.
La tasa de desempleo creció entre el último trimestre del 2014 y el primero del 2015 (9,7% en diciembre y 10% en marzo, según la Encuesta Continua de Empleo).
De nuevo, una solución certera aún se extraña en este ámbito, consideró el politólogo Claudio Alpízar.
De la mano con la percepción de que la cosas no marchan bien en esta materia viene el disgusto de los sindicatos con los ajustes salariales para este 2015.
Al iniciar, este gobierno decretó un aumento salarial de un 4% para los burócratas.
Este año, por el contrario, la mayoría de empleados públicos recibieron un 1,60% en el primer semestre y no obtendría un incremento superior a un 1,4% para el segundo semestre, lo cual enrojece los rostros sindicales, otrora aliados de Solís.
En setiembre entrante podría cobrar fuerza el conflicto fiscal si el Poder Ejecutivo plantea un presupuesto para el 2016 que no satisfaga los deseos de control del gasto que tiene el bloque opositor que controla a la Asamblea Legislativa.
El plan de gastos del 2015 creció un 19% comparado con el 2014; Hacienda ya anunció que el próximo presupuesto vendrá con crecimiento cero, pero no concreta cuando de recortes se trata.
Lo cierto es que el margen de Luis Guillermo Solís para maniobrar políticamente se reduce rápido.
Y esa velocidad supera a la de su equipo, que no atina a plantear soluciones con efectos en el corto plazo, por estar distraído apagando los constantes incendios que tiene que enfrentar el Gobierno al dejar que otros actores le fijen la agenda a diario, opinó el analista Daniel Calvo.
Las tormentas asoman en el horizonte, pero el Gobierno aún no encuentra el paraguas adecuado para hacerles frente y salir bien. Sin mojarse.