La infraestructura que sostiene al Mercado Eléctrico Regional (MER) renquea y la cura tardará al menos tres años más en llegar.
La promesa de compartir al menos 300 megawatts (MW) de energía se quedó en el papel: países como Nicaragua, El Salvador y Honduras utilizan las líneas de transmisión del sistema para distribuir la energía a lo interno de sus propias fronteras.
La situación no solo limita la capacidad de compartir electricidad del resto de países entre ellos sino que ralentiza el desarrollo de nuevos proyectos como la incorporación de energías variables (solar y eólica) al mercado.
En la práctica, el Sistema de Interconexión Eléctrica de los Países de América Central (Siepac), que es la línea de 1.800 km por medio de la cual viaja el flujo eléctrico a toda Centroamérica, solo tiene capacidad para trasegar la mitad de esa potencia.
Todos los países, desde Guatemala hasta Panamá, se comprometieron en el 2011 a crear la infraestructura necesaria para que el mercado fuera eficiente.
Nicaragua, El Salvador y Honduras, sin embargo, no habían ni siquiera logrado electrificar a la mayoría de su población y arrancaron con un desfase en comparación con Costa Rica, con un 96% de electrificación.
Nicaragua ya tiene un plan con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para fortalecer su interconexión.
“El problema es que no estamos todos en la misma página”, setenció la viceministra de Energía, Irene Cañas.
Los carriles de esa autopista que son las líneas de transmisión se llenan de carros que llevan energía al territorio nacional y dejan solo uno libre para el transporte internacional, metaforizó la subjerarca.
“La electricidad circula por donde puede”, concordó el especialista en energía del BID, Carlos Echevarría.
El BID, que ha financiado más de la mitad de la interconexión, ($250 millones) y da apoyo técnico al proyecto, espera que esos 300 MW pasen a la práctica en el 2019.
¿Para qué MER?Con esa dosis de realidad, ¿de qué le sirve a Costa Rica estar conectada al resto de países?
La primera de las razones, argumenta el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), es que el mercado le permite optimizar el costo de la generación.
Cuando se debe echar mano de combustibles fósiles, por ejemplo, al país le suele convenir más comprar energía a Guatemala, que cuenta con grandes reservas de carbón. Eso no quiere decir que la energía venga directamente desde Guatemala, sino que es una mezcla de todo el parque de generación.
El ICE, que es socio propietario de la Empresa Propietaria de la Red (EPR), aún no confía lo suficiente en el mercado como para aumentar su dependencia de él.
“Necesita constantes ajustes”, dijo el gerente de Electricidad, Luis Pacheco.
El otro motivo para seguir unidos al sistema tiene que ver con la atracción de inversionistas a lo interno de los países.
“Para un inversionista, no es lo mismo un mercado de seis millones de habitantes que uno de 40”, dijo el asesor del Departamento de Estado de los Estados Unidos, Amos Hochstein, quien vino a la región a motivar el crecimiento de ese mercado.
El especialista reconoce que al MER le falta un trecho importante por recorrer, pero que debe apostarle desde ya a las energías alternativas.
Las nuevas energías
Esa es precisamente una limitante: Centroamérica aún no puede incluir en sus líneas de transmisión la energía generada por fuentes variables como el sol y el viento, que unos días están disponibles y otros no.
Aunque las tecnologías ya disponibles en el mundo, como las superbaterías de almacenamiento de Tesla, permitirían “fijar” esa energía, el mercado tendrá que definir un nuevo protocolo, explicó la viceministra Cañas.
“Tenemos que ir resolviendo técnica y regulatoriamente las cosas para llegar a ese mundo ideal”, explicó.
Es un proyecto que se desarrolla de manera paralela a otros en la región, pues para Estados Unidos y los grandes inversionistas es determinante, dada la nueva ola de inversiones en energías alternativas.