La Corte Suprema de Justicia no contaba con un relevo fuerte que se hiciera cargo de la presidencia que dejó vacante al fallecer repentinamente Luis Paulino Mora hace tres meses.
De eso se enteró el país este lunes, cuando los magistrados votaron cinco veces, sin poder elegir al nuevo presidente del Poder Judicial.
La elección estuvo precedida por una larga pausa de 90 días, extenso período que los magistrados, según dijeron, requirieron para reflexionar sobre cuál debería ser el camino a tomar ahora que no está Mora al frente de la Corte.
Lo dividido de las votaciones entre Zarela Villanueva y José Manuel Arroyo deja ver que, al final de la reflexión, esas candidaturas en principio no calzan dentro de del perfil del liderazgo requerido, según el resto de los magistrados, especialmente un subconjunto de 8 jueces que votó en blanco durante las 5 rondas realizadas.
Es difícil saber con certeza cuál línea de pensamiento y cuál agenda defiende ese último grupo de magistrados que optó por votar en blanco, debido al hermetismo que rodea el proceso de elección del Poder Judicial y a las deliberaciones previas y posteriores.
No obstante, la escisión deja a la vista que no existe ningún magistrado, al menos aspirando a la presidencia, con la superioridad que ejerció en su momento Mora, lo cual pone al Poder Judicial ante una crisis de liderazgo que extiende sus nubarrones sobre la capacidad de los magistrados para llegar a consensos.
Esto es estratégico en medio de las tensiones que se han generado en un pulso de poderes, particularmente a partir del intento de los diputados de no reelegir al magistrado Fernando Cruz para mandar un "mensaje" al Poder Judicial.
También queda sobre la mesa la idea de que un grupo mayoritario de magistrados no está de acuerdo en continuar por la ruta que dejó trazada Mora, hecho que se prueba con el poco apoyo a la candidatura de Zarela Villanueva, quien acompañó en la vicepresidencia al fallecido jerarca.
Otro tema que podría estar marcando esta elección en la Corte es el período de transición política que enfrenta el país, ya encaminado hacia las elecciones presidenciales del 2014.
El Poder Judicial, aunque más alejado del escrutinio público y político que el Ejecutivo y el Legislativo, no es una isla, y el ambiente de incertidumbre en el que ingresa Costa Rica en el ámbito político también tendría su cuota de influencia en la escogencia del presidente de una Corte Plena donde la oposición y la falta de mayoría oficialista se han encargado de colocar a magistrados con pensamiento más diverso.
La división revelada y las pugnas internas entre los magistrados, aspecto que se encargó de dejar a la vista el magistrado Rolando Vega Robert, quien encarnó la disidencia durante la discusión previa al proceso de votación, no contribuyen a que la Corte supere su primer gran reto tras la muerte de Luis Paulino, que es, precisamente, sustituirlo por una figura igualmente fuerte en los planos político e intelectual.
Empero, donde la tormenta golpea con más fuerza a la Corte es en su intentona por recuperar la credibilidad y la confianza de una ciudadanía cada vez más crítica y exigente con respecto al manejo del Poder Judicial y a las fuerzas que tratan de influenciarlo.