De poco servirá que Costa Rica produzca electricidad desde fuentes renovables si China sigue empeñada en sostener toda su matriz energética con carbón, como lo viene haciendo.
El combustible más contaminante y la segunda economía más grande del mundo se alían en la historia del cambio climático.
Si los pesos pesados de la industria como China o Estados Unidos no hacen nada por frenar sus emisiones de carbono, las consecuencias caerán sobre las economías de los países más frágiles aunque sus turbinas hidroeléctricas sigan girando.
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Para el 2030, Centroamérica seguirá produciendo una parte mínima de las emisiones del planeta, “pero ya es una de las regiones más vulnerables a sus consecuencias”, reza una compilación de investigaciones sobre el Istmo que hizo la Comisión Económica para Latinoamérica y el Caribe (Cepal) en noviembre.
Centroamérica en el blanco
La falta de disponibilidad de agua, la inseguridad alimentaria, el flujo migratorio y la pérdida de riqueza de los océanos golpearán a la región si la lucha se diera de manera individual.
En el 2100, Costa Rica gastará un 46,6% de su Producto Interno Bruto (PIB) para adaptarse a las consecuencias de un aumento en en la temperatura global de 2° centígrados, demuestra el informe de la Cepal.
A esa temperatura se llegará, suponen los científicos, si los países más influyentes no toman medidas para mitigar su huella de carbono.
Lo suponen porque no hay investigación concluyente que demuestre si esas medidas llegarán demasiado tarde o si todavía están a tiempo, explica Leiner Vargas, economista de la Universidad Nacional.
Centroamérica sufrirá las consecuencias con mucha mayor intensidad en la segunda mitad del siglo XXI, según las estimaciones que hace el documento.
Las proyecciones muestran aproximados manteniendo constantes otras variables sociales, políticas y culturales.
El nivel de incertidumbre, advierte el estudio, sigue siendo alto en cuanto al impacto económico del calentamiento global pues todas estas variables pueden cambiar el rumbo del clima.
En la agricultura recaen los efectos más estudiados para la región centroamericana, pues la agroindustria corresponde al 18% de su PIB.
Por esto, el peso del cambio climático en la región recae sobre los hogares rurales, en los que, además, la pobreza tiene una incidencia mayor que en las urbes.
Cuando la pobreza aumenta, las consecuencias son un círculo vicioso: altos índices de inseguridad ciudadana menores niveles de educación y más pobreza.
Costa Rica y Panamá serán las economías menos afectadas. Son países que dependen menos de la agricultura que el resto de la región centroamericana.
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En el caso de Costa Rica, además, el agua abunda y hay posibilidades de crear infraestructura del extremo Atlántico al Pacífico para transportar el recurso.
Sin embargo, los efectos no son despreciables.
El gasto que tendría que hacer el país en un escenario sin mitigación sería de seis veces la inversión actual en educación.
La disponibilidad de agua por persona, indispensable para mover la actividad económica y a las industrias, sufriría una contracción del 73%.
Los problemas aledaños a estas consecuencias directas son muchos. ¿Qué pasará con las aseguradoras?, se pregunta Vargas.
“Para disminuir el riesgo, estas tendrían que subir las primas hasta un punto impagable para muchos agricultores”, se responde.
¿Podemos dejar la impotencia?
Como si fuera poco, los países más pobres no tienen la disponibilidad económica para mitigar los efectos del cambio climático ni adaptarse a ellos si los países grandes no los ayudan.
Esa discusión está latente en un barrio parisino, donde se lleva a cabo una cumbre de cambio climático (COP21) sin precedentes por la cantidad de mandatarios que participaron y una decisión que el mundo espera salga de la conferencia.
Sobre los hombros de ellos recae la decisión sobre cómo mitigar el impacto y adaptarse al cambio climático. Pero sobre todo, responder a la pregunta: ¿de dónde saldrá el dinero para lograrlo?
La discusión, hasta el cierre de edición de esta nota, iba lenta.
La impotencia es real, pero las economías pequeñas no pueden quedarse de brazos cruzados. Costa Rica llevó a la cumbre la propuesta de convertirse en un laboratorio de descarbonización profunda de la economía y se unió a los países que creen que el límite de calentamiento al que se debe aspirar no debe sobrepasar los 1,5° adicionales a la temperatura actual.
Otras naciones ven el tema de la economía “verde” o descarbonizada con ojos de interrogante, pues les interpone límites a la explotación de recursos naturales y la cadena de producción. Discutirlo, sin embargo, es urgente para Centroamérica.