La sinfonía es una forma musical orquestal muy utilizada por los compositores. Su origen se remonta a los pequeños movimientos instrumentales que precedían óperas, cantatas y oratorios en el siglo XVII. Ya en la segunda mitad del siglo XVIII, Joseph Haydn, con sus 108 sinfonías, estableció la forma de cuatro movimientos, que se convirtió en el patrón estándar. Por ello, se le conoce como el padre de la sinfonía. Su contemporáneo Mozart escribió 41 sinfonías pero contribuyó a darles una nueva dimensión, al utilizar una orquesta mucho más rica en sonoridades. Entre las más conocidas, están las dos últimas.
Para los compositores románticos y posrománticos del siglo XIX, la sinfonía fue uno de los medios de expresión preferidos. Eso sí, a medida que las sinfonías fueron adquiriendo mayor desarrollo, el número de obras disminuyó. Beethoven escribió nueve, entre las que destacan la quinta y la novena, con su famosa Oda a la Alegría ; Schubert también escribió nueve, pero quizás la más conocida es la octava, llamada Inconclusa , porque le faltan el tercer y cuarto movimiento.
Brahms, Mendelssohn, Schumann escribieron pocas obras sinfónicas, todas de gran belleza, pero es Berlioz, compositor francés, quien con su famosa Sinfonía Fantástica introdujo un giro importante, al escribir la obra basada en un texto literario. Otros grandes sinfonistas de finales del siglo XIX son Dvorak, quien escribió la famosa Sinfonía Nuevo Mundo y Bruckner, quien destaca por hacer obras monumentales. Mahler, en las primeras décadas del siglo XX, rompe con el formato tradicional al cambiar el orden de los movimientos y al introducir voces solistas y coros. Su obra se considera un punto climático de esta forma musical, pero también a partir de él, la sinfonía resultó poco utilizada como medio de expresión.
Para los compositores de mediados del siglo XX, que estaban rompiendo con la tonalidad, con la forma y que buscaban nuevas maneras de expresarse, la sinfonía se convirtió en una forma obsoleta, y la mayoría dejó de utilizarla.