Durante ARCO 2015 se ha presentado, como corresponde a toda feria que se precie de exhibir arte contemporáneo, el escándalo. Esta vez el artista “escandaloso” fue Wilfredo Prieto, cubano de treinta y pocos años. Su obra, cuyo título no preciso, consistía en un vaso de agua sobre una repisa.
Seguramente la pieza en sí no hubiera causado demasiado revuelo, pero lo que levantó un polvorín fue su elevado precio: 20.000 euros.
Esta obra tiene un antecedente idéntico en la obra de Michael Craig-Martin Un roble , la cual presentó en 1973. Al igual que la de Prieto, la de Craig-Martin se parapeta en un solipsismo “Yo digo que este vaso ha sido transformado”. Para Prieto, su vaso de agua es una profunda reflexión filosófica y, en su arrogancia, ha retado a cualquiera que pueda contradecirle y demostrar que su argumento es errado, a rebajarle 19.999 a su obra, dejándosela en un euro.
Leyendo entrevistas que le han hecho a lo largo de décadas a Craig-Martin sobre esta obra, uno descubre un cierto espíritu juguetón no muy lejos de Dadá, e inclusive de Marcel Duchamp.
Muy distinto es el caso de Prieto, quien ha dejado todo en manos de la galería que llevó este refrito. El no sabe nada de precios, admite que mercado y arte son dos cosas diferentes etc. Su única postura de autoridad y consecuencia, se limita a afirmar que hay un profundo razonamiento filosófico detrás de su creación.
Lo último que supe, es que la obra había sido “apartada” por alguien, pero al final no se vendió. Así las cosas, desafortunadamente todo el asunto del vaso de agua semivacío de Prieto no pasa de ser una estrategia bien instrumentalizada para generar atención y visibilidad. Y si ese era el objetivo de su propuesta, a todas luces lo ha conseguido, lo cual no alivia para nada las tensiones entre el público “de a pie” y el mecanismo del mundo del arte contemporáneo.