En 1721, Johann Sebastian Bach dedicó una serie de seis conciertos al margrave o marqués de Brandenburgo. Estos tomaron así el nombre de Conciertos de Brandenburgo y destacan porque presentaban combinaciones de instrumentos inusuales para la época. A la tradicional orquesta de cuerdas, integrada por violines, viola y violoncello , Bach agrega instrumentos solistas tales como trompetas, oboes, flautas dulces y violas da gamba , entre otros. Ambos grupos instrumentales, la orquesta y los solistas, dialogan a la manera de un concerto grosso. Sin embargo, el quinto concierto, además de ser muy bello, presenta características excepcionales.
En primer lugar, el cembalo o clavecín, que estaba siempre presente como acompañante en la música compuesta en el siglo XVII y XVIII, adquiere un papel protagónico que no había tenido hasta ahora. Además, el compositor le escribe una parte de gran virtuosismo, en la que el cembalista queda solo. Esta sección recibe el nombre de cadenza o cadencia.
Las cadenzas son secciones ubicadas generalmente al final del primer movimiento de los conciertos. El solista, queda solo y tiene un espacio para mostrar su pericia en un pasaje con carácter de improvisación. Durante el período barroco, muchos compositores dejaban este espacio para que el intérprete improvisara. Otros, como Corelli, Vivaldi y Handel, no tan confiados en las capacidades de sus solistas, las escribían. Eran pasajes muy ornamentados, pero cortos. Bach, en el quinto concierto de Brandenburgo escribe, por primera vez en la historia de la música occidental, una cadenza de más de tres minutos, en la que nos sorprende con una improvisación que se adelanta a su tiempo, no solo por la progresión armónica, sino también porque da la sensación de un aceleramiento mayor y virtuoso. Es una obra obligada para todos los que nos dedicamos a la interpretación del clavecín.