De vez en cuando, una entretenida sobremesa llama a acompañar la apasionada conversación con “alguito” que mantenga a nuestro paladar igualmente comprometido. Me atrevo a asegurar que en el mundo femenino, es en este momento cuando las cremas, licores y cordiales, confirman su razón de existir.
Inicialmente elaborados en la Edad Media por alquimistas y físicos, quienes destilaban hierbas y plantas con fines medicinales o para elaborar pociones para curar diversos males, con el tiempo fueron trasformándose en una industria muy lucrativa y popular. Existen dos tipos, los simples, que utilizan una hierba o una fruta predominante, aunque también tengan pequeñas cantidades de otras, para mejorar el sabor o potenciar el aroma, o los mixtos, con mezclas de frutas o hierbas en distintas proporciones, pero con igual importancia de expresión en el producto final.
En cuanto a las técnicas de producción existen dos métodos principales. El primero es destilar todos los ingredientes a la vez, mientras que el segundo consiste en inficionar un destilado base con los diferentes elementos. En ambos casos se termina el licor endulzándolo y coloreándolo de acuerdo con las preferencias de cada quien.
Según el balance entre alcohol y azúcar se tiene la siguiente clasificación: Los extra secos son aquellos que tienen un máximo de 12% de endulzantes. Los secos tienen una graduación alcohólica entre 20 y 25 grados, mientras que su nivel de endulzantes se mueve entre 12% y 20%. Los dulces tienen un nivel de alcohol entre los 25° y los 30° con 22% a 30% de azúcar. Los finos van de 30° a 35° con 40% a 60% de endulzantes y las cremas tienen graduaciones entre los 35° y 40° con igual nivel de azúcar que el anterior.
Pueden servirse como aperitivos o después de las comidas y también como ingredientes en cócteles.