Esta semana nos vamos a ir a la región española de Andalucía. En los alrededores de Jerez de la Frontera y Sanlúcar de Barrameda, se concentra la producción del famoso jerez. Se clasifica como vino fortificado, o sea, su grado alcohólico final no proviene exclusivamente del proceso de fermentación, siendo encabezado con alcohol de vino durante el proceso de elaboración.
Algo fascinante es su maduración o crianza. Se da mediante un sistema denominado solera, en el cual, en permanentes trasiegos, vinos más jóvenes son utilizados para rellenar barricas de vinos más viejos, logrando la consistencia y complejidad característica del buen jerez.
Existen diferentes tipos de jerez, los cuales ofrecen una amplia gama de colores, aromas, sabores y texturas. Entre los más conocidos están el tradicional Fino , de color amarillo pajizo a dorado pálido, con aromas punzantes y delicados de almendras, pan, hierbas del campo, muy seco, delicado y ligero. El aperitivo perfecto que va bien con todo tipo de tapas, en especial aceitunas, frutos secos y jamón ibérico. El Amontillado es un vino color topacio a ámbar, de aroma sutil y delicado, con notas de avellanas, hierbas aromáticas y tabaco negro, boca amable, acidez equilibrada, complejo y de final seco. Pruébelo con sopas, carnes blancas, atún, hongos y quesos semi-curados. El Oloroso , de color más oscuro cuanto más prolongada es su crianza, tiene aromas cálidos, redondos, complejos y potentes, con pronunciados aromas de nuez, tostados, tabaco, flores secas y cuero, de boca sabrosa, potente y de mucho cuerpo. Excepcional maridaje de hongos y quesos muy curados, pero también para guisos de carne o estofados. El dulce Pedro Ximénez , de color ébano nos seduce con sus aromas de pasas, higos, dátiles, miel, café, chocolate y regaliz, de boca aterciopelada y untuosa, con agradable acidez y un final muy largo y sabroso. Es un postre por sí solo, aunque combina muy bien con postres hechos con chocolate ligeramente amargo o café, helados y con quesos azules de gran intensidad.