En mi no tan lejana juventud, tuve un encuentro cercano con un vodka naranja y debo reconocer que la experiencia no fue del todo placentera. Nada tenía que ver con las características del vodka en sí, sino más bien, con mi falta de experiencia en el consumo de esta bebida.
Destilado por primera vez en el siglo XIV por monjes polacos, es el destilado más importante de Europa del Este y tiene una posición privilegiada en los bares a nivel mundial.
La materia prima para su elaboración es variada. Yo pensaba equivocadamente que solo se utilizaba la papa, pero luego descubrí que el rango es muy amplio. En Rusia, sus mejores representantes son elaborados a base de centeno, mientras que en Polonia y Suecia, se utiliza mayoritariamente el trigo. Las papas no son muy bien vistas por los rusos, pero son muy apreciadas en Polonia. La melaza y la remolacha son utilizadas para la elaboración de vodkas más masivos y las destilerías de Estados Unidos no tienen una preferencia clara en cuanto a la materia prima, utilizando el rango completo.
El método de destilación es muy importante. Aunque en general son claros y sin color, los destilados en un sistema de alambiques –el mismo utilizado en el coñac y el whisky – tendrán algunos de los componentes aromáticos de la materia prima utilizada, pero siendo un sistema relativamente ineficiente, puede requerir una redestilación para alcanzar los niveles de pureza necesarios, mientras que el sistema de columnas es más eficiente, pero produce vodkas más neutros y de menos carácter.
Salvo contadas excepciones, el vodka no es envejecido en recipientes de madera por largos periodos de tiempo, sin embargo, existen estilos que son saborizados con una amplia gama de frutas, hierbas y especias.
En los países bálticos y de Europa oriental, la bebida es tomada sola y sin mezclar, sirviéndose en vasos bien fríos. En el resto del mundo, su neutralidad de sabor es perfecta para la preparación de cocteles tan famosos como el Bloody Mary entre otros.