Para sorpresa de muchos, algunos trabajos científicos que llegaron a las tapas de los diarios en todo el mundo debieron ser corregidos o retirados por contener fallas graves, descubiertas por otros científicos.
Hace apenas unos días, Haruko Obokata, del Centro Riken, de Kobe, Japón, aceptó retractarse de uno de los dos controvertidos trabajos en los que afirmaba haber creado un nuevo tipo de células madre con solo sumergir células adultas en un medio ácido durante 30 minutos. Los estudios, considerados un hito, se publicaron en Nature en enero, pero fueron atacados casi inmediatamente cuando otros científicos comprobaron que contenían imágenes manipuladas y duplicadas.
El primer artículo en que hubo retractación por plagio se publicó en 1979. Para algunos, la multiplicación de tales publiaciones desde entonces es signo de una mayor exigencia de transparencia de la propia comunidad científica. Pero hay quienes dicen que lo que finalmente se da a conocer es solo la punta del iceberg .
En un artículo publicado en Nature , Richard van Noorden calcula que en la última década el número de retractaciones se multiplicó por 10, mientras el de publicaciones creció 44%. La mitad de las retractaciones se deberían a conductas fraudulentas.
Una revisión ya clásica de Daniele Fanelli en Plos One afirma que entre el 1% y el 2% de los científicos admite haber inventado o modificado datos por lo menos una vez, pero más del 30% dijo conocer a alguien que había incurrido en este modus operandi .
Hoy, la visión del científico como un ser impoluto está dejando paso a la de un personaje movido por intereses y emociones tan humanas como las del resto de los mortales.
Bajo la lupa
En agosto de 2010, el periodista científico Ivan Oransky fundó con Adam Marcus el blog Retraction Watch para traer a primer plano estos casos. “Habíamos cubierto retractaciones durante años y nos dimos cuenta de que detrás de cada una había una historia que merecía ser contada”, dice Oransky, desde Nueva York.
Aunque al principio creyeron que iban a publicar un post de vez en cuando, hoy están produciendo dos por día. “Creemos que la ciencia debe corregirse a sí misma”, explica Oransky, director editorial de MedPage y profesor de la Universidad de Nueva York-. “Si la ciencia no habla de sus faltas, lo harán sus enemigos. La verdad siempre aparece, y si simplemente ocultamos los errores y las fallas, no tendremos credibilidad”, asegura.
Oransky cuenta que constantemente les dicen que no hagan tanto hincapié en las faltas. “Pero están equivocados. Dicen, ok, hay errores, pero barrámoslos debajo de la alfombra”. Sin embargo, “no se puede seguir asegurando que los problemas no existen...”, subraya.
Para Alberto Kornblihtt, multipremiado investigador del Conicet, “la mentira tiene patas cortas. Si algo es cierto, debe poder ser reproducido por otros experimentadores. Cuando esto no ocurre, primero se abre la puerta a la sospecha y, luego, al escándalo. ¿Qué lleva a un investigador a cometer fraude? Afán desmedido de fama, reconocimiento de sus pares y la sociedad, viajes, mayores subsidios y dinero. También contribuyen la presión institucional o gubernamental, el mesianismo, el temor al fracaso. Pero, paradójicamente, los mismos motivos que promueven el fraude ayudan a prevenirlo. Quien quiera alcanzar y mantener la fama, será mejor que se comporte honestamente, porque corre el riesgo de perderlo todo”.