Durante los últimos 25 años, las revoluciones en las tecnologías de comunicaciones y transporte han permitido que las empresas creen cadenas de valor verdaderamente globales. Aquellas que procesan materias primas se pudieron conectar con los fabricantes de insumos y partes, que a su vez se vincularon con las empresas que ensamblan y empaquetan productos finales y luego con los canales de distribución que llegan a los consumidores de todo el mundo.
La comunidad internacional debe mostrar ahora su solidaridad y ayudar a que los países vulnerables resistan las muchas amenazas que enfrentan.
La resiliencia será el aspecto principal de cualquier estrategia, pero es la agilidad lo que garantizará la competitividad y la capacidad de responder a lo inesperado. Para lograr esto, las empresas tendrán que reevaluar sus puntos fuertes y los aspectos en los que deben mostrar flexibilidad.