A finales de enero pasado, Rodrigo Bolaños, cabeza del Banco Central, tenía el panorama claro: la gran cantidad de dólares que ingresaron al país podían desvalorizar más el dólar y complicar el control de la inflación, además de que podía exacerbar la colocación de préstamos en esa moneda, un riesgo que los bancos aseguran tener bajo control.
Tenía pocas soluciones entre manos: elevar la meta de inflación, quitar las bandas cambiarias (y dejar que el dólar se desplomará más) o poner un torniquete al crecimiento del crédito. Su junta directiva optó por la tercera al anunciar su Programa Macroeconómico 2013-2014 y las críticas de los banqueros y el sector productivos no se hicieron esperar.
Cinco meses después, los números apuntan a que el tope colaboró en desacelerar la economía más de lo estimado, pues el crédito se estancó, la construcción cayó, mientras que los riesgos que se vislumbraban en enero siguen bajo control.
Estos hechos y la presión política retumbaron fuerte en las paredes del Central y obligó a la entidad a dar marcha atrás. Hoy el tope fue eliminado y los números justifican la decisión.
Dos meses antes de implementar el límite (que empezó a regir el 1 de febrero anterior), el Central decidió modificar la forma de calcular la Tasa Básica Pasiva (TBP), tasa de referencia para muchos préstamos en colones. Ese ajuste y el hecho de que el Gobierno colocó menos bonos en el mercado local dieron resultado y la TBP ha pasado de 9,50% a 6,60% en los últimos siete meses, algo que ayudó a frenar el ingreso del capital especulativo.
De paso, la inflación, que dio síntomas de salirse de control en los primeros tres meses del año, volvió al redil estimado por el Central y seguirá ahí.
No obstante, semanas después de que empezara a regir el tope, se supo que la desaceleración económica había empezado incluso un poco antes. El IMAE pasó de crecer 4,4% en diciembre a 2,6% en enero y por primera vez en dos años el crédito decreció.
Los banqueros y empresarios comenzaron a pedir la eliminación del tope y el Central no escuchó. Más bien, pidió a la Sugef y al Conassif que acelerarán la aprobación de normativas que hicieran más estricta la colocación de crédito en dólares. Dichas reformas estarían listas en agosto, pero los bancos ya están pidiendo una aplicación paulatina.
El principio del fin
Sin embargo, el número que dio el golpe del gracia al tope vino casualmente del mismo Banco Central. Luego de que el IMAE arrojará una contracción del 1,2% en marzo y que de enero a abril el crecimiento fuera casi cero, la entidad reconoció que la economía crecería este año menos del 4% previsto en enero. De hecho, será del 3%.
Este número prendió la mecha, y aunque el Central trató de apagarla rebajando la Tasa de Política Monetaria (TPM), el fuego apenas comenzaba.
A finales de junio, los banqueros y empresarios exigieron la eliminación del tope y le achacaron la responsabilidad de la caída económica. El Central tuvo que responder por primera vez y rechazó la petición.
El 4 de julio, la Asociación Bancaria mandó una carta a la presidenta Laura Chinchilla exigiendo la eliminación del crédito y cuatro días después, el vicepresidente Luis Liberman pidió hacer una revisión profunda del programa macroeconómico.
El 9 de julio, la Unión de Cámaras publicó un campo pagado en el que vuelve a pedir la eliminación del tope crediticio y la aplicación de medidas para reactivar la economía, y un día después reveló que la medida ocasionó la pérdida de miles de empleos. El 10 de julio el Central responde por segunda vez, pero no cambia de posición.
24 horas más tarde, Chinchilla pide al Central reconsiderar la medida y en corrillos del Banco Central se sabe que el tope tiene los días contados.
Con una economía que crecerá máximo un 3%, el nivel más bajo desde la crisis, queda claro porque el tope fue eliminado esta tarde, por un Rodrigo Bolaños que, apadrinado por el Ministro de Hacienda, insiste en que la medida sí funcionó y aclaraque no recibió presiones para tomar la decisión.