Luego de haber sido sus principales fondeadores por 30 años, los bancos están metiéndole presión a las microfinancieras.
Las entidades bancarias ahora también compiten por una porción del mercado que busca préstamos de bajos montos y a bajas tasas.
En Costa Rica, existen 19 microfinancieras que trabajan bajo la sombrilla de la Red Costarricense de Organizaciones para la Microempresa (Redcom), las que ofrecen créditos a micro y pequeñas empresas de todo el país.
Durante el 2016, manejaban una cartera de crédito de $104 millones, distribuidos en 38.000 clientes, según datos de Redcom.
En cuando a su fondeo, recibían capital de 23 entidades nacionales incluyendo el Sistema de Banca Para el Desarrollo (SBD), que apareció en la escena a partir del 2014 y que ya alimenta el 15% de la cartera de las microfinancieras.
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Estas empresas ofrecen microcréditos a clientes que por su ubicación geográfica, características socieconómicas y de riesgo, no pueden bancarizarse.
Estos clientes reciben fondos que van, en promedio, desde $353 hasta $2.627 y que generalmente se ubican en las mismas comunidades a las que pertenecen.
En la cartera, la más alta participación la tienen las mujeres (cerca del 52%) y está colocada,en su mayoría, en productos de largo plazo (más de 24 meses) o del muy corto plazo (7 y 12 meses), según datos de la Red Centroamericana y del Caribe de Microfinanzas, a quienes reportan, al menos, la mitas de las microfinancieras.
Fuerte competenciaEn el 2016, la cartera de las microfinancieras que reportaron a Redcamif tuvo un crecimiento del 35% con respecto al 2015.
Sin embargo, en el 2015, el crecimiento fue del 0,11% con respecto al año anterior, y para este año es de esperar que vuelva a ser bajo.
Esta desaceleración puede ocurrir por varios factores, entre ellos, la menor solicitud de crédito y un comportamiento más conservador hacia el consumo.
Sin embargo, existe otro factor que influye en el comportamiento: la penetración de la banca en las zonas que atienden las microfinancieras.
Max Quesada, director de Credimujer –que atiende en las zonas urbanas marginales del casco metropolitano–, asegura que el estancamiento se da básicamente porque los bancos, especialmente públicos, han cubierto nichos que, por costos transaccionales, estrategia y nivel de riesgo, no pueden seguir prestando servicios de las microfinancieras.
“Han bajado hasta tal punto que lo que queda es la microempresa de subsistencia, a la que nosotros nos hemos dedicado. Toda la ‘carnita’ la han agarrado los bancos”, explicó Quesada.
Pese a que para Roinel Vargas, director de Redcom, las microfinancieras funcionan como el primer escalón para “preparar” a los clientes para luego ser bancarizados, para Quesada resultan una competencia.
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Además de alcanzar clientes a los que antes no accedían, los bancos fondean a las microfinancieras a las mismas tasas que ofrecen al público, haciendo el negocio poco competitivo.
Si un banco, por ejemplo, le presta a una microfinanciera con una tasa del 10%, y también le presta con la misma tasa a un microempresario que acude a solicitar un crédito, la entidad se vuelve poco competitiva, pues debe sumar a esa tasa un margen de intermediación, costos de operación y otros.
Además, Quesada explica que la situación también implica un riesgo de sobreendeudamiento de los microempresarios, ya que los bancos no prestan los montos pequeños que les ofrecen las microfinancieras, sino cantidades más grandes.
Roberto Jiménez, director de Fundebase –que atiende a la zona de Guápiles, Cariari, Siquirres, Cartago, Heredia, Alajuela, Paquera, San Isidro y Pérez Zeledón–, asegura que muchos de los clientes no son de interés para los bancos; pero los que sí lo son, aunque se van buscando mejores condiciones de crédito, siempre regresan.“A ellos no les interesa tanto la tasa de interés, pero la urgencia del dinero los presiona. En una semana, nosotros podemos resolver lo que a los bancos les tarda un mes y hay que tomar en cuenta que, en las actividades que financiamos (agricultura, ganadería), el tiempo cuenta”, afirmó Jiménez.
Jiménez explicó, además, que algunos de los financiadores están poniendo requisitos difíciles de cumplir, como plazos, tasas, cantidad de puntos de intermediación y otras condiciones de financiamiento, limitantes que se suman a la gestión ya que, según Jiménez, no ven “con buenos ojos” las acciones de la microfinanciera.
“Creo que los bancos se van a ir retirando de los sectores de las microfinanzas poco a poco, pero dependemos de la oferta de financiamiento, y hoy es mayor la demanda de crédito que la oferta que podemos dar”, explicó.
Además de la banca, a las microfinancieras le surgen otros competidores, como prestamistas informales y financieras que ofrecen a tasas mayores, pero con sistemas de pago que facilitan la captación de clientes.
Para lo que resta de este año, las empresas no ven mayores cambios.
Sin embargo, cada una busca especializarse en elementos que las diferencien de los bancos tradicionales.
Fodecosur, por ejemplo, planea abrir más comités de crédito en nuevas comunidades para alcanzar otros clientes.
Además, esperan continuar desarrollando otros servicios adicionales al microcrédito, como capacitaciones, asistencia técnica, programas de salud y servicios financieros, entre otros, para complementar la gama de servicios y mejorar las oportunidades de negocio.
En Credimujer, por el contrario, no tienen perspectiva de crecimiento para el próximo año; sin embargo, creen que podrán mantenerse pues es un negocio muy estable. Para ellos, mejorar los procedimientos para hacerse más eficientes financieramente será clave en el 2018.
Finca, por su parte, que coloca créditos en sectores agropecuarios, de comercio, servicio y microindustria de zonas rurales, prevé diversificar los canales de colocación y productos de microfinanzas para mantenerse en las zonas que ya atienden.