Socar la faja del Ejecutivo y contener el crecimiento del gasto no es suficiente para devolverle el equilibrio a las finanzas públicas. Para eso se necesitan más ingresos, es decir, más recaudación de tributos.
Esa es la conclusión a la que llegaron los investigadores del Programa Estado de la Nación en su decimonoveno y más reciente informe.
En el documento se analizan 13 mitos sobre la realidad nacional. La posibilidad de cerrar el déficit fiscal solo con recorte de gastos es el sétimo.
“Tenemos un endeudamiento grande que nos obliga a generar más ingresos. Por otro lado, aspiramos a mejorar o sostener los logros en desarrollo humano, para esto tampoco nos alcanza los ingresos”, comentó Karla Meneses, analista económica del Programa.
El veredicto no exculpa de las acusaciones de ineficiencia y excesos al gasto público, pero toma partido en el debate que durante años han sostenido quienes pugnan por una mayor austeridad del Gobierno y los que claman por nuevos ingresos para financiar los servicios públicos.
Las facciones encontradas se mantienen atrincheradas cuando alborea un nuevo proceso de reforma fiscal, capitaneado por el Ministerio de Hacienda.
¿El huevo o la gallina?
Aunque pocos discuten que, por su tamaño, es necesario atacar el déficit fiscal por ambos frentes, sí hay desacuerdos sobre cuál ofensiva lanzar primero y dónde aceptar los mayores sacrificios.
Los defensores de elevar la carga tributaria aseguran que un ajuste solo en el frente del gasto terminarían de paralizar un Estado que ya es incapaz de satisfacer las demandas de la población.
Para meter el déficit dentro de límites manejables, se requiere un ajuste de entre 3% y 3,5% del PIB en ingresos, gastos o una combinación de ambos. El monto equivale a la mitad del presupuesto de educación, y a tres veces los fondos dedicados al Ministerio de Obras Públicas (MOPT).
“Si recortamos gasto, pero somos conscientes de que debemos gastar más en carreteras, en cárceles o ciencia, entonces el enfoque en el gasto es erróneo, pues hay áreas de gasto descubiertas”, argumentó Fernando Rodríguez, economista y exasesor del Ministerio de Hacienda.
En la acera de enfrente entienden que la totalidad del ajuste no puede darse en el frente del gasto, pero insisten en que sea el primer campo de acción.
“Si se le da al Gobierno más ingresos tributarios sin que haya hecho los ajustes necesarios por el lado del gasto, lo más probable es que nunca se hagan esos ajustes. Pretender resolver el problema fiscal únicamente por el lado de los ingresos sería un suicidio”, aseguró el economista y empresario Luis Mesalles.
Eliminar el faltante en la finanzas del Gobierno Central, requeriría elevar la recaudación en un monto equivalente a un 3,5% de la producción nacional, según estimó Mesalles.
“Ese aumento de carga sería imposible de lograr”, aseveró.
Según se mida
El tamaño de la carga tributaria, y el espacio para elevarla antes de que asfixie el crecimiento económico es otro punto de discordia.
Según el Estado de la Nación, hay espacio. La recaudación per cápita en Costa Rica es inferior en $624 a la que registran otras naciones con un nivel de desarrollo humano similar al local.
Al analizar la recaudación como porcentaje de la producción, el país también se queda corto con respecto a sus pares en desarrollo humano. Con esta medición, la carga tributaria nacional asciende a un 13% del PIB.
Este es un dato que algunos disputan.
“La carga tributaria de Costa Rica ronda el 20% del PIB”, estima Mesalles quien incluye en ese concepto las cargas sociales como las cuotas para la Caja Costarricense de Seguro Social.
Los diferendos, incluso en cuanto a indicadores básicos, desnuda el largo trecho por recorrer para lograr consensos básicos sobre una reforma fiscal.