En el 2011, la OCDE estimó en $51 billones la asistencia oficial (de gobierno a gobierno), para desarrollo humano en África.
Las organizaciones sin fines de lucro florecieron con estos recursos sin una correspondiente rendición de cuentas y con escasa inversión para medir la efectividad de su gestión.
Lo anterior motivó a cuatro estudiantes de doctorado en economía de Harvard y MIT a crear con fondos propios y familiares el círculo privado de donaciones “GiveDirectly” (abierto al público) después de dos años de pruebas rigurosas que descartaban las desventajas potenciales y mostraban el impacto positivo en los beneficiarios .
El crecimiento de la conectividad financiera y pagos por dispositivos móviles permitieron escalabilidad a esta solución dirigida inicialmente a personas en Kenya, con ingresos diarios inferiores a $1, que recibían donaciones desde $200 anuales. Los resultados iniciales empezaron a mostrar la reducción del hambre, inversiones en herramientas agrícolas, ganado y vivienda, entre otros beneficios.
Hoy día, la organización tiene procedimientos robustos para identificar comunidades pobres en esa región, recopilar data digitalmente y realizar análisis sobre pobreza, auditar la selección de beneficiarios, transferirles aproximadamente $1.000 anuales, verificar la recepción de fondos y brindar servicio al cliente con un centro de llamadas. Podríamos estar frente a una uberización de partes de la cadena de valor del desarrollo humano.
Con los años han podido documentar impactos sostenibles en activos, generación de ingresos, seguridad alimentaria, y violencia doméstica. No se encontró evidencia de impacto en uso de alcohol/cigarro o crimen.