"Mejor lo hago yo, para evitar errores", es una frase común de los gerentes. Las variaciones son muchas, pero siempre redunda en la necesidad de meter la mano para asegurar el resultado final. ¿Cuál es el problema con esta conducta? Que ningún gerente puede estar en todo.
Ronald Rojas, coach y director de la Fundación Sin Límites para el Desarrollo Humano, asegura que este tipo de gerente, "generalmente termina sus días y semanas lleno de actividades por ejecutar, sin tiempo para pensar o planificar. La hiperactividad y la recarga de responsabilidades le producen altos niveles de estrés y termina provocando un clima de inconformidad y de presión en sus colaboradores, pues todo es urgente y se ocupa de inmediato. Este estilo de liderazgo provoca la improvisación constante y hace que los errores aparezcan con mucha más facilidad".
Los gerentes que no delegan y que lo quieren hacer todo por sí mismos o al menos formar parte activa de todos los procesos, por lo general tienen poco conocimiento de sí mismos, ésto produce actitudes y comportamientos basados en el miedo y la inseguridad personal, y los transmiten al equipo con mucha facilidad, aunque vayan disfrazados de carácter enérgico y disciplina.
Según Rojas, desarrollar el personal a su cargo es una de las tareas más importantes de un gerente y la delegación es una herramienta que ayuda a la madurez profesional, al otorgar responsabilidad y autoridad. La delegación mejora la autoestima de la gente, el colaborador siente que está aportando valor a su equipo, al ser tomado en cuenta para proyectos de interés de la organización.
¿Quién puede ofrecer semejante estímulo a otra persona? Solamente aquel que cree en sí mismo y en su capacidad de superación, a pesar de las circunstancias.
"En síntesis, el proceso de delegar es más emocional de lo que se piensa. Es un reflejo de la relación que tiene todo jefe o gerente consigo mismo. Si es una persona que se ha dado la oportunidad de mejorar, si se ha tenido paciencia a sí mismo, si ha confiado en su capacidad de aprendizaje, entonces eso será lo que sienta cuando se dirija a cada colaborador. Por el contrario, si es duro con sus errores, si no se tiene paciencia, si es demasiado exigente, miedoso y le atacan los complejos, entonces esa será la fórmula que le aplique a los demás, aunque se equivoque y se pierda la oportunidad de tener grandes colaboradores a su lado, productivos y comprometidos", asegura Rojas.
Un líder que aspire a desarrollar a su gente, debe aprender a confiar en ellos, comenzando por confiar en sí mismo y su capacidad para dirigir e inspirar al equipo.