Uno de los recursos más importantes en toda empresa es el humano y como tal, es necesario alcanzar un equilibrio entre las diferentes maneras de pensar, expresarse y comportarse de sus colaboradores para lograr un ambiente de trabajo respetuoso y responsable.
Lograr esta congruencia no se limita al simple cumplimiento de la misión, visión y valores empresariales, sino a la capacidad de las empresas de implementar sistemas integrales de ética que despierten, fortalezcan y promuevan los derechos individuales en un entorno común.
Transparencia, buena reputación y credibilidad son los tres valores fundamentales que deben regir el comportamiento de una empresa ética y la mejor manera de incluirlos, reconocerlos y revelarlos es a través del código de ética.
Se trata de una declaración pública que indica las expectativas de comportamiento, políticas y sanciones que se aplican a cada colaborador en caso de incumplimiento y es la herramienta que permite a los colaboradores, directivos y stakeholders medir el impacto de sus acciones.
Validar un código de ética es responsabilidad de la dirección general, liderando con el ejemplo, mostrando compromiso y transmitiendo los valores en cada momento.
El código de ética debe ser complementado con una comunicación efectiva, que permita difundir los mensajes de manera clara, sencilla y entendible, generando un sentido de pertenencia, cohesión y distinción en todas las actividades e interacciones del colaborador.
Tan importante es capacitar al talento y personal de la organización para que comprendan la importancia de asumir un Código de Ética, como significativo es instaurar canales de comunicación que le permitan al colaborador aclarar dudas, retroalimentarse y establecer mecanismos de denuncias que generen mejores prácticas e imparcialidad.