En la mayoría de empresas se impulsan iniciativas de cambios que son fáciles de lanzar, difíciles de implementar y permear en toda la organización, y en pocos casos se logran sostener en el tiempo.
Por eso, continuamente observamos noticias de empresas globales de gran prestigio, que, cada cierto tiempo, tienen que despedir a miles de empleados y otras que pierden competitividad ante empresas no tan grandes pero que son más ágiles para implementar y sostener cambios.
Para que las iniciativas de cambios sean exitosas, Kotter, en su libro Leading change, afirma que la empresas necesitan entre 70% y 90 % de liderazgo y entre 10% y 30% de gerencia, y que las organizaciones contemporáneas, lamentablemente, han institucionalizado el mandato gerencial para el cambio, a expensas del liderazgo.
Y es el liderazgo, al más alto nivel, el que, con su visión estratégica y con voz persuasiva, puede comunicar el sentido de urgencia y producir cambios significativos ante las continuas amenazas pero también ante las maravillosas oportunidades generadas por la globalización, el desarrollo tecnológico y las redes sociales.
Por supuesto, que el CEO está destinado a fracasar si no conforma un equipo con algunos gerentes, para mantener el control de los procesos de cambio, y con líderes claramente identificados en las diferentes capas organizacionales, que se destaquen por su credibilidad y que serán los que impulsarán el cambio hasta hacerlo habitual.
El esfuerzo para realizar cambios, ya sea para reenergizar la organización, salvar una estrategia cuya ejecución ha fracasado o crear nuevas competencias se asemeja, según Kotter, a reencauzar un río. Aunque se construya una muralla, el agua buscará su salida para continuar en su cauce original y para cambiarlo, definitivamente, se necesita un mantenimiento constante.