En su afán por mejorar su desempeño, muchas organizaciones tienden a descentralizar unidades o divisiones de negocios. Para ello, les dan autonomía para que sean más ágiles en el desarrollo de sus productos o entrega de servicios, que tengan más control sobre la calidad de estos y puedan satisfacer mejor las necesidades de sus clientes.
Sin embargo, del dicho al hecho hay un gran trecho, y la única manera de hacerlo realidad es definiendo claramente las metas que se han de lograr con la autonomía otorgada y acompañarlo con un buen sistema de rendición de cuentas (accountability) que permita monitorear y reportar el logro de las metas anuales.
Cuando algunas unidades de negocios no alcanzan las metas anuales, el sistema de evaluación facilitará la articulación y ejecución de planes de acción para asegurar el logro a corto plazo y diferenciará las unidades exitosas de las buenas y de las deficientes.
Un ejemplo reciente de lo que sucede cuando la autonomía no va acompañada de accountability fue la desconcentración de ciertos hospitales de la CCSS. Según La Nación, del 5 de abril pasado, “la Caja retoma control de los hospitales desconcentrados, por mala gestión. En 12 años, autonomía no bajó listas de espera ni optimizó procesos”.
Lamentablemente, tuvieron que pasar una docena de años sin lograr mejoras en el desempeño para tomar acción. Pero aún más preocupante es que la decisión de eliminarles la autonomía probablemente no produzca la mejora esperada. El foco debe estar en utilizar los indicadores claves de gestión de los hospitales para generar una evaluación continua que permita tomar decisiones desde el más alto nivel, en términos de asignación y retención de los directores más competentes, de extender prácticas exitosas a hospitales de bajo desempeño y aplicar un sistema de reconocimiento por alto desempeño.