Hace muchos años, el doctor Prigonine ganó un premio Nobel. Su trabajo fundamental demostraba que cuanto más complejo es el sistema, mayor es la inestabilidad. Llegó a probar, matemáticamente, que para enfrentar los cambios, se exige menos complejidad y empresas más sencillas.
Esto da crédito a quienes piensan que casi todas las ideas innovadoras proceden de empresas medianas y pequeñas. Por lo que difícilmente nacen en las grandes y complejas organizaciones.
La mayor parte del crecimiento empresarial del mundo, en los pasados 25 años, se debió precisamente a este factor de desarrollo de nuevos actores en el mercado. En publicidad y comunicación, esto se hace evidente en el surgimiento de propuestas que superan el ámbito de su creador, donde sea que esté.
La personalidad simple y hasta ciertamente transparente del pequeño y mediano empresario innovador, hasta les permitió superar la ventaja económica de quienes dominaban una industria.
Hay investigaciones recientes que demuestran lo efectivas que son las organizaciones pequeñas para enfrentar cualquier repentino cambio de la situación del mercado. Su dinamismo y adaptabilidad se basa en sistemas o procesos menos complicados, sin que deban apartarse de su propia realidad.
Las próximas generaciones de líderes empresariales requieren buena cantidad de conocimientos que emanan de los grandes ejemplos corporativos mundiales, pero también buen criterio para reconocer estos nuevos matices producto del pensamiento simple, sin sentirse menos que nadie.
Quienes van adelante, más que seguidores o continuadores, son líderes en potencia, con la capacidad innata para realizar hazañas de innovación en todos los sentidos. Cuando detectan, simplemente, que se puede transcender y también ganar.