Pocas empresas son capaces de lograr la alineación entre la definición de la estrategia y la ejecución de los planes, es decir, lo que se conoce como la “proporción áurea”, la alineación perfecta entre las diferentes partes que conforman una unidad.
Si se pretende convertir en una realidad el potencial de un negocio o una empresa, se debe ir más allá de las ideas, es decir, asegurar una ejecución en forma disciplinada en todos los niveles de la organización mediante un proceso eficiente de administración que alcance los objetivos establecidos.
Si se logra una ejecución disciplinada de la estrategia de la empresa, los líderes pueden obtener beneficios tales como un crecimiento dinámico al organizar ideas y conocimientos en una base estructurada, así como control y transparencia en el rendimiento de la operación en todos los niveles de la empresa, a través de información medible orientada al logro de resultados.
Además, lograrán un rediseño de operaciones mediante una mejor ejecución de políticas y controles que llevan hacia resultados concretos, orientados hacia el cliente.
Empero, al mismo tiempo, se genera un ambiente que estimula la ejecución de la estrategia de forma disciplinada y con un liderazgo que inspira confianza.
De esta forma se pueden evitar situaciones nocivas, tales como que la gente pierda el interés en la generación de nuevas ideas dejando sin impulso grandes iniciativas o que se caiga en un estado de confort en la organización derivado de una actitud de mantener la “conveniencia antes que la ganancia”.
Otras conductas que se convierten en obstáculos para la ejecución de la estrategia son la escasa motivación hacia el aprendizaje en la empresa.
También se puede mencionar la falta de procesos de estandarización en productos y servicios que generan inconsistencias en la calidad.