La cantidad de normas de sistemas de gestión que tenemos a disposición hoy en día, podría asustar a algunos empresarios. Tenemos las de calidad, las de ambiente, de inocuidad alimentaria, de seguridad de la información, de responsabilidad social, de carbono neutralidad, de salud y seguridad ocupacional y la de eficiencia energética, solo para citar unas cuantas.
Alguien se preguntará, ¿tendrá sentido certificarse en todas? La respuesta es no. Pero a pesar de esta contundente aseveración, todos estos estándares aportan conocimientos relevantes para el manejo de las empresas.
Cada norma internacional, por su proceso de elaboración, logra recoger el conocimiento de la humanidad en cada materia, ya que en él participan expertos de todo el planeta aportando sus conocimientos para ponerlos al servicio de los usuarios.
Por lo tanto, deberá ser una decisión estratégica el decidir sobre cuáles implementar y con qué intensidad.
Cómo cada una se basa en el concepto del mejoramiento continuo y comparten los aspectos básicos de funcionamiento (auditoría interna, revisión por la dirección, planes de acción correctivas y preventivas), el sistema de gestión de la calidad puede convertirse en el eje central y, de ahí, ir agregando las herramientas específicas que apoyen la estrategia, desarrollando lo que se conoce como un sistema integrado.
La certificación o no dependerá, de nuevo, de la importancia para la organización su demostración de conformidad a través de un ente de tercera parte.
Lo bueno es que los conocimientos están ahí y todos están dirigidos a apoyar en aspectos cada vez más relevantes.
Quedará a criterio de la gerencia el decidir sobre el uso inteligente que podamos hacer de ellas, para mejorar continuamente nuestro negocio.