La verdad es que a Álvaro lo único que le interesaba era el básquetbol, pero terminó siendo científico. Y no cualquier científico: premio Clodomiro Picado en el 2005, bachiller en ingeniería mecánica, máster en bioingeniería y doctor en ingeniería química y biomecánica.
El muchacho josefino que se fue a los 19 años a estudiar a Kansas para ser basquetbolista profesional es ahora uno de los científicos exportados más destacados del país.
A él le da risa pensar en eso ahora, dos décadas después, con 39 años. Es como un sueño adolescente que lo llevó hasta donde está ahora, aunque nunca cumplió con él.
Ahora se interesa más por otro tipo de objetos, un poco más microscópicos que una bola anaranjada y, también, bastante más reveladores para la humanidad: las células madre.
Durante años se ha enfocado en el estudio estas partículas para entender cómo se comportan en los diferentes entornos. Básicamente, cómo se sienten más cómodas y en qué condiciones están más “dispuestas” a desarrollarse.
Vivió, estudió e investigó en universidades de Estados Unidos, Escocia y Barcelona y, ahora, es el director del nuevo instituto de Bioingeniería de la Universidad Queen Mary de Londres.
En él se integran profesionales en ingeniería, medicina, biología, química con el fin de desarrollar aplicaciones para entender mejor el cuerpo y sus complicaciones.
Su interés es combinar: mezclar disciplinas, unir universidades, juntarlas con empresas y formar institutos para un fin en común, el avance de la ciencia en favor del bienestar humano.