El Museo de Arte Costarricense abrió sus puertas en 1977. Debe su existencia al Ministro de Cultura de aquel período, el inefable Guido Sáenz, personaje indispensable en el acontecer cultural de nuestro país en los últimos 40 años. Desconozco cómo se gestó la selección de obras y los autores que estarían en la colección original, pero alguien tuvo que haber hecho esa “curaduría”. Presumo que fue el mismo Sáenz, aunque no me consta.
En aquella primera exhibición destacaba la llamada Generación Nacionalista, con figuras locales emblemáticas como Paco Amighetti, Quico Quirós, Manuel de la Cruz González, Juan Manuel Sánchez y Fausto Pacheco, entre otros. También incluyó miembros del Grupo 8 (tales como Rafael Ángel Felo García, Néstor Zeledón Guzmán y César Valverde (1928-1998). La apertura de un Museo que por fin albergara las obras dispersas de estos creadores, tuvo un impacto inimaginado: la creación de un mercado para las obras y los autores incluidos en aquel recinto.
Con el paso de los años una generación crece asistiendo al MAC y conoce de nuestros héroes y heroínas locales, y empieza a gestarse un apetito por poseer un Quico Quirós o un Manuel de la Cruz González y otros autores incluidos en la colección. Mi tesis es que la creación del Museo y la presencia de estos artistas en él, propiciaron la iniciativa –incipiente sin duda pero iniciativa al fin y al cabo– de la cultura del coleccionismo.
Otro fenómeno singular fue la cimentación del mito de la casita de adobe, sobre todo gracias a las luminosas acuarelas de Fausto Pacheco, el autor mas plagiado del arte nacional.
Este leit-motiv , explorado por todos los maestros nacionalistas, contribuiría enormemente a la creación en el imaginario colectivo, del mito de un país bucólico, rural y pacífico en pleno siglo XX, ajeno a luchas sociales y cambios.