El filósofo Isaiah Berlín dividía a los pensadores en dos clases: los erizos y los zorros.
Los primeros son los que tienen una gran idea con un principio organizador omnímodo, y los segundos los que saben de muchas realidades diferentes sin reconciliarlas tan prolijamente.
Según él, Platón, Dante y Marx eran erizos. Mientras que Aristóteles, Shakespeare y Montaigne, eran zorros.
Jim Collins se apropió de esta idea y sostuvo que las grandes compañías exitosas son invariablemente erizos y que simplifican temas complejos enfocándose en objetivos claros. Muchos creen que esto es totalmente errado cuando los mercados no son estables.
Collins acierta en que las empresas que implementan estrategias necesitan estar enfocadas en un objetivo y no distraerse.
Sin embargo, hay una línea delgada entre erizos enfocados y conformistas cerrados.
Para que las organizaciones identifiquen cambios significativos, también necesitan las cualidades versátiles del zorro.
Los actuales pensadores argumentan que el recurso más escaso de la nueva economía son las personas con talento, sean erizos o sean zorros.
Por esa razón, no sorprende que muchos gerentes hayan concluido que lo realmente importante en la actualidad no es tanto la estrategia como la implementación eficaz de esta.
Berlín también estableció que en el ámbito de los asuntos humanos, las grandes teorías que lo abarcan todo, jamás pueden ser universalmente aplicadas.
Por esta razón, aunque los expertos en negocios son por instinto erizos, saben que no existe una única teoría que ofrezca la explicación general a las circunstancias de cada empresa.