La combinación dulce y especiada de la cocina de Marruecos ha sido una inspiración divina. Edmond Amaran –el Maleh– la ha llamado “El alma perfumada de nuestra cultura”. Sus ingredientes son una fascinante reflexión de la historia de un país donde sus invasores han dejado sello en su cocina con el uso del comino, culantro, miel, jengibre, azafrán, canela, chiles, cúrcuma, olivas y limones en conserva.
El norte de África se vio influenciado por los Fenicios, y Bárbaros, quienes aportaron el azafrán, miel, frijoles, lentejas y trigo. Luego de las invasiones romanas y bizantinas, los árabes llegaron a Magreb y trajeron consigo su propia cultura culinaria junto con el islam, especies del este, arroz de la India, costumbres persas (combinar carnes y frutas en los guisados, la idea de los caldos aromatizados y la tradición de “ mezze” ), un surtido de aperitivos.
Al regreso de los moros se mezcló con la cocina española y se estableció la cocina marroquí desde los hogares modestos hasta los palacios. La cocina la dirigen mujeres, muchas provenientes de Sudán, cuyas habilidades culinarias son muy preciadas. Las gotas, la fuente y los golpes del mortero llenan la oscuridad de la cocina, junto con el penetrante aroma de ajo y especias perfumadas con notas de rosa o menta. Se considera la cocina una cava mágica donde se recibe la bendición de Alá antes de realizar cada plato.
La comida familiar es servida en una mesa baja rodeada de almohadones. Los platillos son servidos en recipientes de barro, se utilizan el pulgar, el índice y el dedo central para tomar una porción de la comida, ayudados con trozos de pan.
La mayoría de las comidas comienzan con una selección de mezze. Seguido por los tagines, guisos o asados, ensaladas con ingredientes crudos y luego el cuscús. Frutas o pastas a base de almendras marca el final de la comida antes de servir un té de menta.
La mejor manera de degustar una extensa variedad de platillos es en una diffa: una fiesta culinaria con hasta veinte platos para ocasiones especiales.