Cuando el doctor Douglas Lutz inició su carrera como veterinario en Costa Rica, a principios de la década de 1960, solo existían unos 32 médicos especialistas en animales.
Lutz rememora que su única competencia en San José centro –lugar donde abrió su primera clínica para pequeñas especies– era una mujer inglesa conocida como la doctora Freeman y otros dos doctores, Crespo y Rivera.
Sin embargo, algunas décadas más tarde, el panorama cambiaría. Según las cifras que maneja Lutz, hoy tiene cerca de 1.600 colegas en todo el país.
En su época, las universidades ticas no ofrecían esa carrera en sus currículos académicos, por lo cual Lutz, oriundo de Quepos, decidió realizar sus estudios de bachillerato y posgrado (en pequeñas especies y genitales de bovinos) en la Universidad Autónoma de México.
A su regreso al país en 1960, el doctor se enfocó en su pequeña clínica y en la atención de ganado bovino. Sin embargo, unos 10 años después, decidió dedicarse únicamente a su hospital y lo trasladó a San Pedro de Montes de Oca en un terreno de 1.015 metros cuadrados, donde aún hoy opera.
Luego de ir y venir de Quepos a San José –pues debió encargarse de una finca de 6.000 hectáreas heredada por su padre– y de alquilar su clínica varias veces, hace tres años Lutz regresó tiempo completo a la capital.
Con 75 años, el doctor sigue atendiendo entre 8 y 10 pequeños animales por día.
Este amante de los aviones ultraligeros (tiene dos y vuela al menos una vez por semana) se reconoce, a leguas, como un apasionado de su carrera y aunque a veces piensa en retirarse, el reconocimiento y los clientes de cuatro patas lo persiguen.
Lutz recibió a EF en su consultorio para contar cómo ha logrado mantener el negocio por tantos años entre una competencia abrumadora y aún así seguir siendo reconocido como un referente de la veterinaria nacional.
Antes eran 32 veterinarios, pero ahora son 1.600. ¿Cómo ha logrado mantenerse por tanto tiempo?
Trabajé día y noche. Creo que tuve éxito por el esfuerzo tan grande que puse y porque estudié bien mis especialidades.
“Es una cosa extraña que no entiendo. No me creo más que los demás, pero muchas personas con perro me buscan. Puede ser porque aquí hemos hecho muchas intervenciones de todo tipo y ahora hasta tenemos equipo de rayos X, ultrasonido y para limpieza de dientes”.
Cuando alquiló su negocio estuvo a punto de quebrar varias veces. ¿Cómo logró levantarlo?
Hace como 15 años empecé a notar que era muy difícil mantener una cantidad suficiente de clientes. Veía que una veterinaria abría por aquí y otra por allá, y la situación se complicó.
“Fue entonces que se me ocurrió meterme a fabricar alimentos, medicamentos y cosméticos para perros y gatos con la marca Dr. D. Lutz. Hoy, ya tenemos 14 productos entre comida, champú, jabón, pomadas, etc.”.
¿Y cómo ha funcionado ese negocio?
Me permitió diversificar. No le sé decir cuántas unidades vendemos pero eso nos genera entre ¢8 y ¢10 millones mensuales. Eso es como un 15% de los ingresos totales, incluyendo los otros artículos que vendemos y no fabricamos como la ropa y juguetes.
“Son productos ya reconocidos porque están en todas las cadenas de supermercados y en muchísimas clínicas veterinarias. Las ventas están creciendo en un 40% anual”.
¿Cómo aprendió a fabricar estos productos? ¿También lo estudió en México?
No. Cuando yo estudié allá le estuve ayudando mucho a un ingeniero químico que tenía un laboratorio que llamada Brovel. Ahí fui aprendiendo a fabricar medicamentos para animales. Cuando regresé tuve la exclusividad de esa marca por varios años.
“También hemos hecho cosas experimentales como pastas dentales, pero ahora los procesos en Senasa (Servicio Nacional de Salud Animal) son más lentos, caros y exigentes”.
En su opinión, ¿cómo ha evolucionado el mercado en el país? ¿Está la gente comprando más mascotas o cuidándolas más que antes?
Cuando yo empecé la mayoría de gente acostumbraba darle a los perros desperdicios de comida, bañarlos con jabones de mala calidad que les irritaban la piel y, además, casi nadie los vacunaba.
“Poco a poco, a través de la propaganda que hicimos en periódicos y en Canal 7, que apenas empezaba a operar, empezamos a dar a conocer todo lo referente a las enfermedades de pequeñas especies.
“Ya luego de eso, comenzaron a entrar novedades como alimentos preparados, juguetes y cirugías más sofisticadas”.
¿En algún momento pensó en expandirse con otra clínica o diversificarse con otros servicios como los de hospedaje?
Sí. una vez se me ocurrió abrir una sucursal en Escazú en 1978. Pero tuve que cerrarla porque no tenía quién me la atendiera.
“La cuestión de hoteles en fincas la intenté dos veces pero no funcionó por la misma causa.
“Y en peluquería, yo fui el primero en Costa Rica que ‘peló’ perros. Lo hice en 1968 cuando no se usaba. Ahora sí hay por todo lado”.
¿Qué planes tiene ahora para su negocio? ¿Quiere expandirse o seguir creciendo?
Mejor me quedo así como estoy. Mucha gente me dice que por qué no me retiro y tienen toda la razón, porque a uno le dan ganas de estar más tranquilo.
“Yo pienso que lo puedo seguir manteniendo hasta que Dios me de facultades porque me gusta. Seguiré haciendo las medicinas para mascotas hasta que el negocio ya no sirva, pero más bien está creciendo cada vez más”.
¿De dónde salió su amor por los animales?
Como me crié en una finca que era una selva casi virgen, empecé a ‘manosear’ animalillos y desde los seis años les decía a mis papás que quería estudiar para curarlos, aunque ellos no pensaban que era lo mejor. Mi papá me decía que estudiara medicina humana, que sí la daban aquí.
¿Cuál es su animal favorito?
Me gustan mucho los perros. Mi favorito es el pastor alemán. Por eso, es la imagen de mi marca.