Para el 2006, había 189 clínicas veterinarias en todo el país, una cifra que se triplicó y alcanzó los 629 locales en el 2012.
Este negocio ha venido en aumento debido principalmente a que la cifra de graduados también se ha triplicado.
Sin embargo, también tiene un gran peso el hecho de que es un profesión hecha para ser empleador y no empleado.
Aun cuando este gremio tiene más alternativas de desarrollo que solo atender los gatos y perros de una comunidad, la mayoría aspira a graduarse y abrir su propia clínica.
De ahí que el crecimiento de graduados se relaciona directamente con la cantidad de clínicas en operación.
Por ahora, la demanda de servicios sigue siendo lo suficientemente grande para que haya espacio para todos.
Datos del Observatorio Laboral de Profesiones, suministrados por el Colegio de Médicos Veterinarios, indican que la profesión es una de las pocas que goza del 100% de empleabilidad.
Sin embargo, varios doctores consultados creen que se está llegando al tope del negocio y se están dando las primeras competencias entre profesionales por ganarse su lugar.
Alfredo Muñoz, director ejecutivo del Colegio de Médicos Veterinarios de Costa Rica, consideró que en el país aún no se valora la labor de esta especialidad y se cree que debe ser un servicio barato, pues se desconoce lo que implica cada procedimiento, a diferencia de la salud humana.
Este vacío se refuerza con el hecho de que algunos profesionales cobran precios muy bajos porque aplican medicamentos de menor calidad o disminuyen las condiciones de atención, en detrimento de la salud animal.
Gustavo Chacón, veterinario y dueño de Pet Center en Moravia, considera riesgoso abaratar la atención con tal de competir por precio o abarcar más pacientes.
Además, las campañas de castración que realizan varias entidades no gubernamentales confunden a la población sobre el costo real de la atención médica.
“No estoy en contra de estas campañas, al contrario, me parece una alternativa útil para el control de la población, pero las personas traen a sus mascotas a mi clínica y creen que una operación así debe costar ¢10.000 igual que en las campañas, sin saber que, en muchos casos, las organizaciones asumen la mayor parte del costo o el veterinario accede a trabajar en condiciones no óptimas”, externó Chacón.
Abrirse más oportunidades
La “producción” de veterinarios no ha parado de crecer, por lo que deben actuar con rapidez para calzar en el negocio.
Antes del 2000, se graduaban en Costa Rica unos 20 veterinarios en promedio por año. Actualmente, esa cifra aumentó a 66,8 personas en promedio, tres veces más que hace una década.
El auge responde a una tendencia mundial en el que es cada vez más común tener animales de compañía y destinarles una inversión mayor que solo las vacunas básicas.
Además, el número se vio impulsado por la apertura de la Escuela Veterinaria San Francisco de Asís de la Universidad Veritas, que inició sus clases a finales de los 90 y graduó su primera generación en el 2003.
Esta entidad superó en poco tiempo la cantidad de graduados que preparaba para el mercado la otra escuela existente desde 1973, que pertenece a la Universidad Nacional (UNA).
En el 2011, por ejemplo, la UNA graduó 22 estudiantes de la carrera veterinaria y la Veritas 80.
Para evitar la saturación del mercado, Muñoz, director del Colegio, recalcó que los profesionales deben tener presente que su área de acción es bastante más amplia que solo la clínica propia.
Un veterinario puede desempeñarse en fincas para controlar la calidad de los animales de cría para carne, leche y huevos, ya sea como empleado de planta o como regente externo.
Además, puede ejercer una labor ambiental colaborando con el proceso de control de emisiones de la finca.
La investigación y el sector administrativo también son alternativas para el profesional.
Sin embargo, ¿cuántos veterinarios están dispuestos a optar por estas alternativas?
“Es una profesión hecha para tener su propio local, de eso no hay duda”, opinó Ernesto Venegas, médico de la veterinaria San Francisco de Asís en la Aurora de Heredia.
Para los que definitivamente tienen como meta profesional invertir en un negocio propio, existen varias alternativas fuera de la Gran Área Metropolitana (GAM), donde no se han concentrado aún los servicios.
Basta con ingresar a la bolsa de empleo del colegio de profesionales y corroborar que los puestos ofertados son, con frecuencia, en zonas alejadas de la capital.
El 55% de las clínicas y farmacias veterinarias se ubican en la Región Central del país, donde hay menos probabilidades de diversificarse y atender especies mayores como ganado, animales silvestres y otros, de acuerdo con datos del Servicio Nacional de Salud Animal (Senasa).
Nada sustituye al doctor
Dada la gran demanda por tener la propia clínica, el veterinario ha tenido que incorporar servicios como venta de alimento, medicamentos, accesorios y servicio de grooming (baño, corte de pelo y otros) para competir.
Pese a la diversificación, el ingreso por atención médica sigue siendo el prioritario, seguido del grooming que en muchos casos tienen una relación directa con la atención médica del animal.
Chacón, veterinario de Pet Center, estima que estas áreas del negocio representan si acaso el 10% de sus ingresos.
Aunque estos servicios dan un valor agregado, al final lo que más pesa es “la mano” del doctor y el trato hacia la mascota.
El veterinario Carlos Moncada cree que la ubicación representa un 70% del éxito del negocio, por lo que resulta cada vez más importante ubicarse en zonas donde no haya concentración.