Hace unos años vivimos el fenómeno del Estado empresario que pretendió incursionar en órbitas de actividad de la empresa privada, dizque para fomentar el desarrollo. El proyecto fracasó estrepitosamente y generó grandes pérdidas en torno a Codesa.
Rodolfo Cerdas acuñó conceptos para explicar el fenómeno. Políticos metidos a empresarios y empresarios metidos a políticos usaron recursos públicos para agrandar sus patrimonios y los de sus empresas. Cerdas los catalogó como “burguesía burocrática”.
El escándalo del “cementazo” y de Coopelesca me hizo revivir este episodio; aunque el fenómeno no es idéntico, lo cierto es que políticos empresarios han estado ligados al caso de Sinocem y empresarios políticos al de Coopelesca.
El acceso a las juntas directivas de los bancos estatales por parte de exdiputados y empresarios, dirigiendo el crédito hacia actividades vinculadas con intereses cercanos revela una posible resurrección de esta clase burocrática, aunque con nuevos ropajes.
Estamos frente a un capitalismo de amiguetes que utiliza los recursos públicos y sus conexiones políticas para fomentar negocios de actores que carecen de dinamismo y experiencia, compitiendo deslealmente con los privados so pretexto de eliminar los monopolios, pero favoreciendo intereses particulares.
Disfrazándose con la ideología de la economía social solidaria, se han infiltrado en directivas, dirigiendo el crédito hacia cooperativas que compran activos sin valor y arriesgan recursos públicos que podrían terminar en el sumidero de proyectos hidroeléctricos fallidos, generando pérdidas cuantiosas y aumento de tarifas para los usuarios.
Recordando a Cerdas, cabe evocar una canción: la burguesía burocrática no estaba muerta, andaba de parranda; y hoy, enarbolando banderas de la lucha antimonopólica y de solidaridad, pretende levantarse de su tumba con nuevos actores y nueva vestimenta.