Cuando se firma un tratado de libre comercio deben verse las oportunidades y amenazas que tendrá en el país la apertura comercial con un socio determinado y esto no se tomó en cuenta al iniciar negociaciones con Colombia, al punto de que aún no conocemos un estudio del Gobierno que respalde esta decisión.
Colombia y Costa Rica no son economías complementarias, sino competidoras. Si se analiza la producción de ambos países, las similitudes son evidentes, con la gran diferencia a favor de Colombia en costos de mano de obra, costos y disponibilidad de materia prima para procesos industriales, economías de escala, costos de energía e incentivos a la exportación otorgados por el Gobierno colombiano, entre otros. Obviar estas variables, que impactan directamente la competitividad, y no reflejarlas en la negociación de este acuerdo comercial, sería un grave error que pondría en juego la estabilidad y permanencia de muchas empresas del sector industrial.
Colombia es el socio 26 para Costa Rica en materia de valor exportado y el quinto como proveedor de productos importados. Exportamos diez veces menos de lo que importamos de este país y en algunos sectores las posibilidades de exportar se limitan por el intrincado sistema de reglamentación técnica que tiene el país del sur, mientras que la región centroamericana es el segundo socio comercial de las empresas nacionales y con mucho potencial de crecimiento.
Diecisiete años después de la firma del primer TLC, aún no maximizamos estas oportunidades; con el agravante de que sumamos amenazas para nuestros sectores. Este modelo de apertura debería revisarse con profundidad.