Es claro, pese a los valientes esfuerzos de las autoridades del sector, que la educación en Costa Rica no está bien.
No es por falta de trabajo de autoridades y maestros. Hay mucha inercia acumulada en las estructuras del sector que hacen que los cambios sean lentos y costosos.
Pese a liderar la región en gasto público en educación, nuestro país no avanza más rápido que otras naciones en escolaridad.
Lo que es peor, por nuestro nivel de desarrollo productivo y social, las naciones con las que hoy competimos nos superan por mucho en calidad del sistema educativo y la brecha con ellas se está ampliando cada año que pasa.
Es imperativa una reforma profunda que nos permita pasar de un sistema claramente mediocre en su desempeño a uno de clase mundial, con estándares de calidad a la altura de los mejores del mundo. Y no tenemos mucho tiempo para hacerlo. Si nos seguimos rezagando, pronto la brecha será insalvable.
Esta transformación requiere de una alianza de todos los sectores: Gobierno y autoridades del sector, legisladores; maestros y directores del sistema, sindicatos y asociaciones.
Además, centros de formación de maestros, sector productivo nacional, ONGs y, mediante su apoyo y demanda de los cambios, de todos los padres y jóvenes del país.
En la reforma necesaria debe rearticularse nuestra capacidad de diálogo, voluntad de trabajar juntos y el compromiso de todos a actuar positivamente.
Al hacerlo habremos dado un gran salto adelante en nuestra estrategia nacional y se establecerá un precedente para buscar acuerdos en otras áreas críticas del quehacer nacional.
Un sistema educativo a la altura de los mejores del planeta es una obligación.
Sobre él, el resto de la estrategia nacional será más fluida y el bienestar, la sostenibilidad y la prosperidad económica estarán a nuestro alcance.
Continuaré con este tema dentro de dos semanas.