El Ministerio de Hacienda, con la “complicidad” del Banco Central –que parece menos autónomo e independiente que en gobiernos anteriores– nos está confundiendo con decisiones que parecen contradictorias en términos de los factores combinados de déficit fiscal, endeudamiento nacional y políticas de empleo.
Al mismo tiempo que se anuncia un Consejo de Competitividad y un programa para apoyar emprendedores y micro, pequeñas y medianas empresas, se decide aumentar la carga fiscal y se compromete el grado de inversión con las consecuencias que tendrá sobre la tasa de interés.
Se habla de austeridad, pero se aumentan los salarios y beneficios de los empleados públicos y el gasto en las universidades estatales.
Mientras se habla de transparencia y austeridad se elimina el nuevo sistema de compras del Estado y sus instituciones –Merlink– para regresar a un sistema menos transparente, menos eficiente y se desperdicia una importante inversión de tres años.
En Costa Rica, cuando las señales del Gobierno son consistentes con la situación y tendencias del contexto, y cuando las reglas del juego son constantes a mediano plazo, se logran grandes cosas en términos de inversión y apoyo de la empresa privada.
Pero con señales tan confusas, con un Ministerio de Hacienda que parece en franca regresión –por falta de un mejor término– y totalmente confundido con la situación, al mismo tiempo que en los factores de competitividad –energía, infraestructura, capital humano– no se ve avance alguno, el sector privado entrará a su “modo conservador” y veremos menos inversiones, menos nuevos empleos, creciente traslado de capitales a otras naciones y en general, una pérdida de confianza en el país y su clima de negocios e inversiones.
Aún es tiempo de corregir el rumbo y recuperar confianza, pero cada vez son menos los grados de libertad. El Gobierno debe ser claro y consistente ahora. En unas semanas será demasiado tarde.