La renuncia del doctor Hernández derriba mitos de las dirigencias políticas.
El primero es la creencia en la resurrección el bipartidismo. El multipartidismo obedece a profundas transformaciones sociales que no ceden frente a la nostalgia.
Una sociedad diferenciada profundamente no puede ser representada por partidos de otra época. El 48 se ha desvanecido con la llegada de nuevas generaciones para las que estos hechos carecen de significado.
Confundir los deseos con la realidad es voluntarismo, la acción política debe apoyarse en realidades sociológicas.
El 60% de los votantes tienen menos de 44 años. El experimento de don José Joaquin Trejos es irrepetible; son dos sociedades diferentes, los candidatos no se improvisan.
Revivir al PUSC recurriendo exclusivamente a la simbología del Dr. Calderón Guardia es un error voluntarista, supone que querer es poder y tiene visos de delirio y desvarío.
Segundo, la instrumentalización en política no tiene futuro cuando la opacidad desaparece en lo translúcido de las redes sociales y del despertar político.
Tercero, sin dirigencia nacional y con jugadores surgidos solo de procesos cantonales no se puede ganar. por más que el buen doctor sea un dechado de virtudes.
Cuarto, un partido que elige diputados sin criterio nacional llega desvertebrado a la campaña; los diputados no asumen responsabilidades frente a la dirigencia nacional. Y sin una visión unificada, cada quien tira para su lado.
Quinto, un candidato requiere más que dedicación a su profesión y a su familia; se necesita un motivador que articule narrativa social y que entusiasme.
Sexto, navegar por la política requiere olfato y colmillo. Un candidato no se puede rendir ante intrigas; debe tener, como los boxeadores, buena cintura para esquivar los golpes.
El PUSC sufre un golpe muy fuerte y no es seguro que un nuevo candidato pueda aprovechar lo acumulado por Hernández.