Costa Rica sufre el deterioro de un sistema político que no produce resultados. Las políticas públicas no responden a las demandas, la frustración del desfase entre promesa y entrega erosiona la legitimidad.
Mantenemos diferendos sobre nuestra visión país; sobre el papel del Estado y del mercado. El aislacionismo y la rendición aperturista también nos separan. La conversación democrática para zanjar diferencias es la vía, la alternativa es la ruptura.
Los españoles suscribieron los pactos de la Moncloa haciendo posible la transición de la dictadura a la democracia. Los mexicanos acordaron un pacto y han logrado reformas. En Colombia, décadas de guerra civil parecieran llegar a su fin con acuerdos sobre reforma agraria y participación.
Costa Rica es pequeña y no hay problemas de dictadura, guerra civil o residuos de partido único. ¿Podremos llegar a acuerdos que eviten males mayores?
Debemos construir espacios de encuentro que faciliten la deliberación y adoptar reglas de otros procesos de negociación.
Poner todos los temas controvertidos sobre la mesa desde el inicio; identificar los puntos coincidentes de una visión de país, aunque sean mínimos; preservar puntos de coincidencia y explicitar divergencias; ir de lo simple a lo complejo y construir confianza; aceptar que nada está negociado hasta que todo esté negociado; trabajar con discreción y no dirimir las diferencias por la prensa; descartar el electoralismo y el cortoplacismo; enfrentar los poderes sectoriales y construir el interés público; no excluir del diálogo a actores relevantes; calendarizar los compromisos. Son reglas útiles.
La Concertación Nacional y la aprobación de la Ley de Protección al Trabajador son antecedentes valiosos.
El llamado por acuerdos viables y concretos debería darse durante el periodo de transición hacia el próximo gobierno, aprovechando el capital político de la nueva correlación de fuerzas electorales.