La semana pasada dio inicio el servicio ferroviario de pasajeros a San Joaquín de Flores. Una buena noticia.
Pero debo decir que, pese a que reconozco el trabajo de Incofer y de sus ejecutivos en el gobierno anterior y el actual, la verdad es que el servicio es pobre en rutas, de mala calidad e inseguro, sobre todo para las vías circundantes.
Es una lástima que un país que tuvo en un momento un desarrollo interesante en ferrocarriles, moviendo carga y pasajeros a sus dos principales puertos, y que hoy tiene un subdesarrollo vial respecto a su nivel de riqueza y producción, haya perdido el enfoque en este campo.
Cuando se analiza la matriz energética nacional es claro que en términos de generación eléctrica hemos avanzado en cobertura y sostenibilidad –pese a que debe mejorar los costos y tarifas a los sectores productivos–, pero en el campo del transporte nuestro desempeño energético es malo y nos hace vulnerables a la inestabilidad de los mercados de hidrocarburos.
El país debe volver a considerar el transporte ferroviario como una opción estratégica, preferiblemente con ferrocarriles eléctricos –que implican una ampliación significativa de las inversiones en generación– y lo debe hacer para conectar los puertos, establecer el canal seco interoceánico y cambiar la estructura del transporte público urbano e interurbano.
Esto implica un proyecto de país que trascienda los periodos de gobierno, transforme nuestra cultura de transporte y logística, nos devuelva la independencia energética y nos acerque a nuestras metas de sostenibilidad.
Esta nueva gran red ferroviaria debe ser complementada con inversiones en metro –seguramente elevado y no subterráneo– y teleféricos, autobuses eléctricos y tranvías que nos conviertan cuanto antes en una nación libre de hidrocarburos.
¿Sueño? No. Más bien visión de lo que es posible, necesario y deseable en términos de transporte y energía para Costa Rica.