“No tengo nada más que ofrecer que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”, frase que pasó a la historia del discurso de Winston Churchill en la Cámara de los Comunes el 13 de mayo 1940. Este habilidoso político puso la cara frente a sus ciudadanos, hablando claro sobre la situación que vivían, sin maquillajes, sin pintar un panorama que no existía. Una reacción poco común en un político.
El 11 de julio del 2012 le tocó a Mariano Rajoy en España desnudar una realidad terrible, de un país que vive una depresión económica solo comparable a la de 1929; fue su discurso de sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas. La diferencia, por supuesto, son las circunstancias en las que Rajoy pronunció su discurso: al cabo de casi siete meses de “arrastrar los pies”, de rehuir a la rendición de cuentas, omiso ante los cuestionamientos constantes en el Congreso de los Diputados. La transformación de Rajoy del 20 de diciembre del 2011, al tomar posesión del cargo de Presidente, con el de ese momento es radical.
Un par de semanas después de asumir el gobierno, la vicepresidenta de España anunciaba las primeras medidas de ajuste, entre las que se encontraba un aumento del impuesto de renta a las personas físicas, primera ruptura de promesas de campaña y primera contradicción de su discurso de investidura.
¿Sabía Rajoy la situación que encontraba al asumir el gobierno, o era completamente ignorante del detalle de la realidad que vivía ese país? Números más o menos la situación de España era bastante mala ya en ese momento, entonces, ¿por qué no pronunció su discurso de “sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor” en diciembre, en vez de prometer una serie de cosas que en los últimos meses ha venido sistemáticamente incumpliendo?
Varios días antes de la investidura de Rajoy, en Italia, el recién iniciado gobierno de Mario Monti sí aprovechó la posibilidad para anunciar un durísimo conjunto de medidas, que incluso llevaron al llanto a Elsa Fornero, ministra de Trabajo. ¿Por qué Rajoy no lo hizo desde el principio? ‘Por qué le han reclamado esperar más de un semestre y someter a su país a una lenta agonía? ¿Por qué no habló claro desde diciembre? Rajoy más bien baja los brazos y cae presa de sus promesas ajenas a la realidad, tal y como señaló en su discurso del 11 de julio: “Los españoles no podemos elegir si hacer o no sacrificios. No tenemos esa libertad. Hacemos cosas que no nos gustan, yo el primero, pero no hay más remedio”.
El problema es que los españoles ahora son presa de un draconiano ajuste, que empobrecerá a una población que exige justicia y que ve a los culpables de este desbarajuste seguir tranquilos y sin castigo.
La diferencia de liderazgos entre el histórico político y el actual presidente español es enorme. Churchill puso la cara a su gente para enfrentar la difícil situación del momento, con un liderazgo indudable. Rajoy se vio empujado a hacerlo, dio su difícil discurso presionado no solo por la realidad, sino por meses de resbalones y por las presiones crecientes de Bruselas, que exige ajustes inmediatos (por más inapropiados y contradictorios que sean). Mientras tanto el país cae en la convulsión social, sin ver claro el panorama, con ideas y propuestas cambiantes de un día a otro.
La diferencia entre Monti y Rajoy no fue solo de estrategia, sino de tiempo: los italianos lanzaron todas las cartas sobre la mesa al iniciar. Rajoy se esperó y alimentó la creciente incertidumbre que ha empujado al alza las tasas de interés de su deuda. Que España pague una tasa de interés mayor a la de Italia, un país que casi duplica el porcentaje de deuda con respecto al PIB del país ibérico, es una prueba del castigo que se impone a la vacilación política.
Medidas paliativas
En Costa Rica, las previsiones no son halagüeñas, las medidas aprobadas en los últimos meses son paliativos para sostener el deterioro fiscal, pero las reformas estructurales están a la espera luego del fracaso del Proyecto de Solidaridad Tributaria. Siendo así, ¿quién dirá nuestro discurso de “sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”? ¿La persona que asuma el poder el 8 de mayo del 2014 enfrentará con liderazgo churchilliano la situación, señalando durante la campaña presidencial las medidas de ajuste que requerimos? ¿O decidirá esperar en un sentido rajoyista a que la situación se deteriore más? ¿Estará dispuesto a crear incertidumbre y a perder la libertad de poder elegir si hacemos o no sacrificios?
Se necesita temple de estadista para ver a la cara a la gente y decirle lo que hay que hacer y no lo que quieren oír, en el momento en que se debe decir y no cuando tenemos las manos atadas.
Hay que ser claro que podemos seguir apostando por lo fácil, por el discurso del combate a la evasión o el de la reducción del gasto superfluo, pero el ajuste real será el que lleve nuestra carga tributaria a niveles acordes con nuestro nivel de desarrollo. Mientras tanto, la estabilidad fiscal del país espera.