La apertura comercial no ha sido ajena para Costa Rica. Centroamérica fue pionera en un modelo de integración regional que propició el establecimiento de un Área de Libre Comercio en el Istmo, por medio de la firma del Tratado de Integración Económica Centroamericana, que nuestro país adoptó en 1962. Como país, nos adherimos al GATT en 1990 y participamos en el proceso de creación de la Organización Mundial del Comercio.
Posteriormente, firmamos TLC con México, República Dominicana, Chile, Canadá, algunos países del Caricom, Panamá, China, Estados Unidos, Singapur, Perú y la Unión Europea.
El objetivo de estos acuerdos comerciales es la expansión de las oportunidades comerciales para los diferentes sectores productivos y la diversificación de los destinos para nuestra oferta exportable. Pero, ¿realmente ese objetivo se ha cumplido? Si vemos las estadísticas de comercio parece que no.
Para el 2011, nuestras exportaciones se concentraron en tres mercados: Estados Unidos, donde se exportó el 38% de los $10.502 millones, Centroamérica con Panamá incluido (19,9%) y la Unión Europea (15,6%). Estos mercados significan el 79,1% de las exportaciones totales, mientras que las exportaciones a destinos con los que tenemos TLC distintos suman solamente el 9%.
En el 2005, con cuatro TLC vigentes (México, Chile, Canadá y República Dominicana) la realidad no era muy distinta del 2011. Estados Unidos, Unión Europea y Centroamérica contabilizaban el 80,1% del total exportado, mientras que países con TLC el 8,7%.
Son pocos bienes
Parece que el objetivo de diversificar los destinos de exportación no lo hemos logrado con la firma de más TLC. En términos nominales, en algunos de los países con los que tenemos suscritos tratados de este tipo, las exportaciones han crecido, pero no para inferir en que las ventajas del acuerdo comercial hayan sido aprovechadas, porque también las exportaciones hacia algunos de estos destinos están concentrados en pocos bienes. Por ejemplo, el 44% de las exportaciones hacia México corresponden a la exportación de aceite en bruto de palma y el 72% de las ventas a China son de circuitos integrados, aunque este producto ya estaba libre de aranceles antes del TLC.
En otros casos, como el del TLC con Chile, las estadísticas de exportación son tan bajas que es fácil cuestionarse el aprovechamiento de este. Para el 2011, le exportamos $24 millones, convirtiéndose este país en el socio 40 en cuanto a valor exportado. Canadá es el socio 19 ($92,6 millones) y Trinidad y Tobago el socio 23 ($58,3 millones).
En la estrategia de negociar TLC con países asiáticos hasta el momento no está la respuesta a la diversificación para productos del sector industrial, donde, lejos de tener posibilidad de insertarnos en estos mercados, la apertura ha incrementado la presencia de productos asiáticos en el país, con precios difíciles de igualar, porque las realidades productivas de estos países, con respecto al nuestro, son distintas. Pueden ser mercados importantes, pero la distancia y los problemas de logística atentan contra el posicionamiento en estos mercados.
Un buen ejemplo es Singapur, país con 4,5 millones de habitantes y que no tiene aranceles de importación para ningún producto y solo le exportamos $39,6 millones en el 2011, de los cuales el 56% correspondía a exportaciones de circuitos integrados de una sola empresa. Estas cifras no mejorarán cuando entre en vigencia el TLC con este país, porque la condiciones no cambiarán en materia arancelaria.
China pasó de ser el tercer socio comercial en el 2009 a posicionarse en el puesto 13 en el 2011.
Las cifras de exportación tan discretas con países con los que tenemos acuerdos comerciales obligan a replantearse la estrategia de promoción y aprovechamiento de las preferencias obtenidas en estas negociaciones. Las empresas que inician la aventura de inserción a los mercados internacionales, deben contar con todo el apoyo por parte de entidades de promoción comercial y por entidades financieras que apoyen estos esfuerzos. Pero, además, deben fortalecerse las instancias encargadas de vigilar que los intercambios comerciales sean transparentes y que los productos que consumimos reúnen los requisitos mínimos de calidad y seguridad.
Las estadísticas muestran que nuestros socios sí están realizando la tarea, porque las importaciones provenientes de países con los que tenemos preferencias vía TLC sumaron en el 2011 el 20% de las importaciones totales.
Abarcar mucho no significa necesariamente tener mejores oportunidades de exportación. Las autoridades de gobierno deben entender que nuestros sectores productivos no pueden exponerse más a la apertura comercial, sin que existan mecanismos y estrategias para mejorar nuestra competitividad, mismas que nos impiden competir en igualdad de condiciones. El Gobierno no debe prestar oídos sordos cuando se plantean problemas relacionados con el acceso al crédito, costo de la energía, infraestructura, tramitología, entre otros, porque al hacerlo está desconociendo la verdadera realidad productiva de las empresas.
En un TLC no solo se negocian aranceles y otras disposiciones comerciales, se negocia el futuro de muchas empresas que dan empleo, que aportan a la producción nacional y que hacen que este país genere riqueza.