No es la primera vez en la historia en que a un gobierno quebrado se le ocurre intentar obligar a los ciudadanos –incluso recurriendo a la pena de muerte– a que utilicen una mala moneda, en lugar de otra mejor. Ese fue el caso de los Assignats , papel moneda emitido entre 1789 y 1796, durante la Revolución Francesa. Como consecuencia de la profunda desconfianza pública en los Assignats , por el temor de que podrían pasar a valer nada, los franceses, naturalmente, rechazaban esa moneda y preferían monedas de oro y plata para realizar transacciones y como depósito de valor.
Las autoridades, para mejorar el atractivo de los Assignats , decretaron que quien vendiera monedas de oro o plata, o completara transacciones en especie, sería encarcelado y encadenado por seis años e impusieron multas exorbitantes a quienes aceptaran los Assignats con descuento. Quienes cometieran el crimen por segunda vez, en adición a pagar el doble de la multa original, sufrirían 20 años de cárcel con cadenas. Más adelante, el 8 de setiembre de 1793, elevaron la pena para esas ofensas a la muerte, con la confiscación de la propiedad del criminal, y ofrecieron recompensas a los informantes que denunciaran esos crímenes.
Hace más de un siglo, Andrew Dickson White explicó que, bajo aquellas circunstancias, la guillotina perdió su poder frente al poder del oro: “… es interesante tener en cuenta, en medio de todo esto, la acción constante de otra simple ley de las finanzas. Prisiones, guillotinas, decretos infligiendo 20 años de prisión encadenado sobre las personas condenadas dos veces por comprar o vender papel moneda por debajo de su valor nominal y la muerte a los inversionistas en valores extranjeros, no tenían poder. La Convención Nacional, luchando contra un mundo en armas y con una revuelta armada en su propio suelo, mostró un poder titánico, pero, en su lucha por eludir una simple ley de la naturaleza, su debilidad era deplorable. El luis d’or emergió en el mercado como un vigilante, observando cada día, con infalible fidelidad, la caída en el valor del Assignat . Un vigilante que no podía ser sobornado o asustado. Como bien podría intentar la Convención Nacional de sobornar o asustar la polaridad de la brújula de un marino”.
¿Qué esperamos?
Ahora, en Costa Rica, a las autoridades del Banco Central se les ha ocurrido la genialidad de intentar –introduciendo una serie de distorsiones– que los costarricenses prefieran al colón (una mala moneda) frente al dólar (una mejor moneda).
Claramente, la guillotina que aplica nuestro ente emisor es mucho más sutil, pero no menos destructiva, que la de la Convención Nacional francesa. Sus reiteradas intervenciones para mantener con vida la “flotación arbitraria” (sin reglas del juego claras y sin rendición de cuentas), los elevados costos asociados al cambio de moneda (más de ¢100.000 millones anuales), el costo de mantener cerca de $8.000 millones en reservas monetarias y las medidas para impedir o encarecer el crédito en dólares ya han condenado a la muerte a un buen número de empresas, ahuyentan la inversión y contribuyen a la destrucción de empleos productivos.
¿Qué estamos esperando para eliminar el colón y dolarizar la economía? Nuestra sangre corre por las calles.