Larry Summers, famoso tanto por sus calidades como economista como por sus carencias de tacto como orador, es una persona que uno jamás esperaría apelase a la ética para mejorar los resultados del mismo mercado. Pero lo hizo cuando interpeló a los principales banqueros norteamericanos como director del Consejo Económico de la Casa Blanca para el presidente Barack Obama en los momentos más álgidos de la reforma regulatoria poscrisis.
Summers les advirtió que debían y tenían que operar su negocio con un ojo en lo que era bueno para el bien del país.
Lo anterior es un pasaje del libro Stewardship: Lessons Learned from the Lost Culture of Wall Street , escrito también con un gran sentido ético por alguien que igualmente entiende del mercado, John G. Taft, CEO de RBC Wealth Management U.S.
El libro nos deja una y otra vez un mensaje claro. Para que los bancos funcionen, los ejecutivos a su cargo deben comportarse a la altura que se le exige a alguien encargado de manejar dinero ajeno.
Una revelación
Los banqueros tienen mucho poder y pueden afectar la vida de más personas de las que se pueden imaginar por lo que no solamente tienen que ser buenos en su negocio sino también tienen que ser buenas personas.
Si bien no es noticia que la ética puede hacer de nuestras vidas más trascendentales y ricas de lo que serían sin ella, la necesidad de que el mercado necesite de la ética para poder operar eficientemente es toda una revelación para el dogma imperante en la teoría económica y, por lo tanto, debe ser atendido con el interés que amerita.
La discusión ética, si bien no es su producto número uno de exportación, sigue más viva que nunca en los Estados Unidos y merece ser alentada en Costa Rica, donde los problemas morales que atraviesa el país parecen a veces sobrellevarnos.