E l pasado 17 de noviembre, el Gobierno de la República presentó el Plan Nacional de Desarrollo 2015-2018 (PND), con el propósito de enunciar “los pilares estratégicos, prioridades, objetivos, programas y proyectos indispensables (...) para avanzar hacia una sociedad cimentada en la equidad, el conocimiento, la innovación, la competitividad, la transparencia y el desarrollo sostenible”.
En el pilar económico, el Gobierno se propone generar mayor crecimiento a partir de más y mejores empleos, de modo que el PIB crezca un 4% en el 2015, un 5% en el 2016 y un 6% a partir del 2017, que se produzcan 217.000 empleos adicionales, y que la tasa del desempleo se reduzca a un 7%. Nadie podría estar en contra de esta declaración aspiracional. El punto, sin embargo, es si el Gobierno estará dispuesto a alcanzar los acuerdos y hacer las reformas estructurales que el país requiere para lograrlo.
Partamos de que el contexto internacional sigue siendo complejo y que las principales economías del mundo no han podido recuperarse plenamente de la crisis del 2009, aunque las cifras recientes de Estados Unidos sean más alentadoras. Esas economías son nuestros compradores más relevantes y la fuente de gran parte de la inversión extranjera directa y, por lo tanto, su desempeño impacta fuertemente nuestra capacidad de crecer. Nada podemos hacer para afectar esa realidad externa, pero sí hay mucho que podemos hacer localmente para mejorar las condiciones para producir en el país, elevar los factores de nuestra competitividad y, de paso, estimular la economía local.
Esos retos requieren del liderazgo del Gobierno y de una férrea voluntad para sacar la tarea, pero si de verdad se quiere crecer vigorosamente y crear los empleos que se necesitan, tendrán que tomar el toro por los cuernos. La reforma eléctrica no puede seguir postergándose, no obstante el respiro que nos ofrece la reducción reciente de los precios del petróleo. El costo de la energía es quizás el problema número uno que enfrenta el sector empresarial. Para crecer sostenidamente, el país debe producir electricidad a precios competitivos y para ello es necesario permitir una mayor participación de la inversión privada, debe explotarse la geotermia y considerarse la posibilidad del gas. El Gobierno no debe seguir siendo secuestrado por el dogma y el temor a los sindicatos.
Asimismo, debe acelerarse la inversión en obra pública. Bien está que se proponga finalizar los importantes proyectos iniciados en administraciones anteriores, como se contemplan en el PND, y que se haya reconocido la trascendencia de la concesión de la terminal de contenedores de Moín, pero es hora de superar las evaluaciones, revisiones y renegociaciones de proyectos de gran impacto que han sufrido ya demasiados atrasos, que generarían miles de empleos, y servirían de acicate para una gran cantidad de proveedores locales.
Finalmente, la estabilidad macroeconómica requiere que se avance sin demora en la reforma fiscal. Para ello es indispensable el apoyo de los partidos de oposición, quienes correctamente han exigido a cambio mesura en el gasto y reformas de fondo en el régimen de empleo público, convenciones colectivas y de pensiones. Nada de esto es fácil y las señales del Gobierno han sido al menos confusas, pero es la única manera de que los objetivos económicos propuestos en el PND pasen de ser una mera ilusión.