Primero quisiera hacer una rápida reflexión sobre una de las premisas del editorial. El Estado se rige por principios políticos que acuden a lo técnico para la concreción de los mandatos otorgados a quienes cuentan con la legitimidad concedida por el sistema democrático, no al revés.
Aunque en los temas de puentes y pobreza parece no haber un hilo conductor, la verdad es que en los dos ámbitos existe, entre otras, la coincidencia del abandono prematuro de esfuerzos. Esto es consecuencia de una falta de constancia que ha hecho de la planificación, en muchos casos, un ejercicio teórico. Además, con recursos escasos en un entorno desfavorable a aumentar la contribución social en forma de más impuestos.
El problema se agrava en tanto programas como el combate a la pobreza o el de mantenimiento de puentes –de infraestructura en general–, fueron objeto de recortes presupuestarios recurrentes en la década de los 90, en la búsqueda impenitente del equilibrio fiscal que se convirtió en la política económica de ese tiempo. Eso produjo una acumulación de carencias que hoy requiere de una masa de recursos fiscales con la que no se cuenta.
Se requiere un proceso sostenido para recuperar lo acumulado y acometer las tareas del futuro. Es imprescindible dotar al esfuerzo de planificación de dos elementos fundamentales: blindaje contra cambios coyunturales y recursos fiscales fijos que no introduzcan inflexibilidad en presupuestos, pero que aseguren la sostenibilidad del esfuerzo en un periodo suficiente para producir resultados. Y la convicción de que problemas acumulados durante años requerirán de un esfuerzo constante en periodos similares.