E n la edición de la semana pasada publicamos un reportaje sobre las lecciones que dejó la reforma fiscal aprobada hace 20 años; la última realizada en nuestro país. Este recuento, junto a la experiencia acumulada durante las dos últimas décadas, nos da insumos para elaborar un manual de 10 principios para un ministro de Hacienda novato. Así dice el manual:
1. Ministro, no se haga muchos líos en materia de impuestos, lo que cuenta en este campo es el impuesto al valor agregado (IVA, conocido en Costa Rica como impuesto de ventas) y el impuesto de renta. El primero es fuente abundante y rápida de recursos y, el segundo, permite cierta progresividad cuando se aplica en forma general, pero pierde esta propiedad si se aplica con exoneraciones o excepciones.
2. Señor, sea cauteloso con sus promesas de reducir la evasión, porque sus antecesores, en general, no han cumplido su palabra en esta materia. Parece que no es tan fácil hacerlo.
3. Impuestos seguros y promesas en materia de gasto. Los ministros de Hacienda –sería injusto decir que todos– hacen propuestas muy específicas para aumentar los impuestos, pero son suficientemente ambiguos en cuanto a la reducción de gastos. Si usted, en calidad de jerarca de las finanzas públicas, se atreve a llevar a cabo una reducción del gasto, mejor asegúrese de contar con el respaldo del Presidente y no sería mala idea tener redactada la carta de renuncia.
4. Ministro, usted sería merecedor de un monumento si logra cerrar alguna institución. En el pasado han existido propuestas de sus antecesores para clausurar entidades públicas –como el Consejo Nacional de la Producción– que implican gasto y ya no cumplen con los fines para los cuales fueron creadas, pero esto ha sido imposible, porque lo impiden los pequeños grupos que viven en torno a estas. Es decir, no se haga ilusiones en torno a escribir la última página sobre alguna institución obsoleta.
5. Los disparadores del gasto siguen vivos. Existen disparadores automáticos que impiden disminuir o, por lo menos, reducir el ritmo del aumento del gasto. Entre estos están los “pluses” salariales, las pensiones, los gastos obligatorios establecidos en la Constitución o en las leyes e impuestos con “destinos” de gasto preestablecidos. Ministro, si su visión es de largo plazo, ataque los disparadores; de lo contrario, su misión se reducirá a calentar el sillón de su despacho.
6. En abstracto, los costarricenses están en contra de las exoneraciones, pero cuando se trata de eliminarlas, salta la liebre aquí y allá. Cada grupo ha tenido capacidad para convencer a los diputados de la conveniencia de mantenerles la exoneración. Ministro, si su propuesta deja intactas las exoneraciones, no tendrá autoridad moral para proponer aumentos de impuestos a los que sí son contribuyentes.
7. No hay reforma fiscal sin negociación. En una hoja escriba su ideal de reforma fiscal, con todas las acciones para aumentar ingresos y reducir gastos. Calcule en cuánto se reduce el déficit fiscal con esta propuesta. Eso sí, tenga en cuenta que lo anterior es apenas el primer paso, porque luego viene el proceso de negociación de la reforma. Primero negocie con el Presidente, los ministros y los jerarcas de las entidades públicas. Ellos no siempre serán sus amigos; por el contrario, no estarán de acuerdo con las reducciones del gasto y en cualquier momento le zafarán la tabla. Acostúmbrese a ser la persona más odiada del Gabinete. Luego negocie en dos bandas: con los partidos políticos (incluidas las subfracciones y diputados rebeldes) y con los grupos de presión. Estos últimos son tan numerosos como los abejones de mayo.
8. Muy importante: cómprese un manual de cómo negociar en situaciones extremadamente difíciles. La fragmentación política y social del país hace más difícil lograr acuerdos. La última reforma fiscal fue aprobada hace 20 años en la Administración del presidente Figueres Olsen y ocurrió en una época en la cual funcionaba el bipartidismo. Ahora la negociación es más compleja, hay más partidos políticos y los que hay están más divididos que en el pasado.
9. El procedimiento legislativo hace muy difícil aprobar proyectos fiscales, aun con acuerdos de mayoría. Sería recomendable que su reforma fiscal esté escrita en no más de tres páginas, si quiere su aprobación. Recuerde que un solo diputado puede impedir la aprobación de la reforma y cuanto más grande sea el texto de esta, mayores son las posibilidades de atrasar su aprobación mediante mociones.
10. La Sala IV frenó los dos últimos proyectos de reforma fiscal por vicios en el trámite legislativo. Ministro, tenga más paciencia que Job en el trámite en el Congreso, contrate un buen asesor legislativo que le ayude a seguir fielmente las estaciones del vía crucis en ese poder de la República y explíquele a la Sala Constitucional la importancia de una reforma fiscal.