Una cosa es ser humilde y colaborador y otra es dejarse manejar al antojo de un tercero.
En el partido de Selección Nacional de Fútbol bajo la nieve, del 22 de marzo, fuimos manejados al antojo por el equipo nacional de Estados Unidos, por la Concacaf –cómplice descarada de este–, y por la FIFA, que por interés económico necesita que el equipo norteamericano clasifique al Mundial del 2014.
Me había prometido resistirme a escribir de mi pasatiempo favorito en esta columna, pero la verdad es que el tema no es el fútbol, sino la incapacidad que a veces tenemos para defender nuestros intereses, sea en una lucha fronteriza o en una cancha de fútbol.
Para ser pacífico, creer en el diálogo como instrumento de base para manejar nuestras relaciones, carecer de ejército y mantener la neutralidad hay que tener una identidad muy definida, establecer muy bien los límites de lo aceptable y desarrollar una fuerte capacidad de negociación en cualquier ámbito.
Esto lo tenemos en el área de comercio exterior, donde nuestros equipos se han enfrentado como iguales a gigantes como Estados Unidos y México, sin complejos y con claridad de metas, lo que los ha llevado a exitosos resultados.
No así el viernes 22 en que debimos retirar el equipo de la cancha para negociar desde una posición de fuerza. Pero con el equipo jugando al límite de sus fuerzas y con un pundonor ejemplar, contra un mediocre equipo norteamericano, dimos pie a que el partido terminara, cumpliendo con el deseo de nuestro rival.
Tratar de negociar ahora, después de “firmado el resultado,” es negociar otra vez desde una posición débil.
Debiéramos provocar un encuentro entre Alberto Trejos, Anabel González y otros miembros estelares de nuestro equipo negociador de Comex para que capaciten a los jerarcas de Fedefut y a muchos otros funcionarios y representantes de nuestro país.
Es hora de que nos demos el lugar que nos corresponde ante el mundo, en fútbol y en muchas cosas más.