Una de mis frases favoritas: “Las naciones desarrolladas son aquellas en que hasta el más rico usa transporte público y no aquellas en que todo el mundo anda en vehículo particular”. No sé quién la dijo, pero me encanta.
Después de haber tenido la suerte de viajar y vivir en naciones desarrolladas a nivel social y económico, no me queda duda alguna de que en América Latina nos hemos equivocado a la hora de definir nuestra infraestructura y proyectarla hacia el futuro.
Eso es así porque los incentivos, leyes e infraestructura del sistema están mal, como lo está el modelo por medio del cual tomamos decisiones de inversión en este campo.
En nuestra región tendemos a convertir el individualismo en un derecho, aunque ejercerlo perjudique a la colectividad. La frase “ya se compró su carrito” es segunda solamente a “ya se compró su casita” como símbolo de prosperidad individual y familiar. Hasta la familia de Mafalda se enorgulleció cuando su padre pudo adquirir un Renault 5…
El transporte colectivo bien organizado es mucho mejor que el transporte individual, pero para que esto sea cierto debe funcionar bien, ser eficiente en términos de tiempo y costo; debe ser fuente de calidad de vida y no lo contrario y debe ser seguro, limpio, confiable y puntual.
Que si trenes, subterráneo, elevado, funiculares, tranvías, o autobuses con carriles privilegiados… no importa. He visto todos estos sistemas y la mezcla de ellos funcionar bien; pero para que lo hagan hay que lograr un alto alineamiento entre su modelo económico, infraestructura e impacto sobre el ambiente y la calidad de vida de sus usuarios.
Es hora de abordar este tema con seriedad. Como en tantas cosas, la pregunta no es si podremos, sino hasta cuando estamos dispuestos a seguirnos hundiendo en el desorden para reaccionar. No me imagino a Costa Rica sin transporte público moderno y de calidad en una década.
Ojalá no me equivoque. Y para eso, debemos empezar a tomar decisiones ya.